El pasado como presente
En su 18 de Brumario de Louis Bonaparte, probablemente el primer y más brillante análisis escrito sobre un coup d’ etat constitucional, Carlos Marx afirmaba que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.
La metáfora de una montaña descansando sobre nuestras cabezas oprimiéndonos despierta ciertamente una imagen tan poderosa. Aunque no siempre el pasado se nos presenta como una montaña que nos oprime lo cierto es que nuestros ancestros y los ancestros de sus ancestros no son tan ajenos como creemos a nuestras vidas, a nuestro presente y futuro.
Hay algunos estudios –con una perspectiva diferente a la de Marx pero no muy alejados de su observación– que han venido explorando el grado en el que la historia de muchas de nuestras generaciones pasadas forma parte de nosotros por vías insospechadas de la genética y la memoria. Habilidades para sobrevivir ante la hambruna o la persecución, ambiciosos planes que quedaron inconclusos, hechos perturbadores que se guardan en secreto, podrían haber marcado la vida de nuestros lejanos ancestros y convertirse luego de siglos en rasgos de nuestras vidas. Conocer esas marcas bien podría ayudarnos a aligerar la montaña que todos llevamos.
“En nuestra casa habitaban los fantasmas de mis madres”, así comienza la absorbente novela de María de la Pau Janer, Las mujeres que hay en mi (Planeta. 298 págs.). Pero no eran espantajos que me turbasen el sueño o que me despertaren en la mitad de la noche. Eran fantasmas amables, si no se les contradecía... Tenían la paciencia de quien dispone de todo el tiempo del mundo”.
La novela narra los episodios de Carlota viviendo con su abuelo en una mansión que este mandó a construir al contraer sus primeras nupcias. Su abuela falleció al dar la luz a su madre, la que a su vez murió a edad relativamente joven. En esa mansión Carlota vive realmente con sus dos madres dentro de ella y su deseo de reconstruir un pasado que se le ha ocultado –a través de cartas, comentarios, fotos...– la llevará a reconstruir pieza a pieza dos generaciones de sus ancestros femeninos. Tres generaciones, un mismo amor.
Aunque a primera a vista la trama de la obra parecería bastante sencilla, la autora logra cautivar al lector gracias a una ingeniosa técnica dialogal que se va tejiendo dentro de ella, y entre ella con sus “dos madres”.
Un viaje que para Carlota fue doloroso pero necesario para descubrir finalmente su lugar en el mundo.
María de la Pau Janer, quien enseña Literatura en las Islas Baleares, ha escrito también Pasiones Romanas, por la que ganó el Premio Planeta en el 2005, y recientemente Cartas que siempre esperé (Planeta 2011).