Monet en lugar de Prozac
Que la música pueda darnos confianza en nosotros mismos, paz interior y esperanza parece ser algo relativamente aceptado. ¿Quién no se ha sentido renovado por los conciertos para piano de Rachmaninoff o de Brahms para solo poner dos ejemplos? Muchos de nosotros a diario nos volcamos a escuchar alguna composición ya sea clásica, jazz o rock, según las preferencias, para levantarnos el ánimo, calmar nuestras ansiedades y encontrar cierta perspectiva a lo que hacemos. ¿Pero qué hay de la pintura y escultura? ¿Podemos decir lo mismo de las artes visuales?
Lo más probable es que no llevemos una lista de cuadros y esculturas grabadas en nuestros celulares como sucede con la música. Y lo más probable es que no almacenemos en nuestras computadoras pinturas que podríamos llamarlas nuestras favoritas, y en las que nos refugiamos para aflojar nuestras tensiones. ¿Tiene, en definitiva, las artes visuales alguna finalidad en nuestras vidas que no sea la de provocarnos deleite al contemplarlas en algún museo o galería? (Y aun allí, en esos solemnes edificios, hay veces que –debemos admitirlo– nos sentimos como perdidos...).
Si el arte, en general, y las artes visuales, en particular, deben disfrutar del prestigio que tienen –¿quién dudaría de que el arte es “importante”?– debe ser capaz de demostrar su relevancia de forma comprensible y sencilla a las grandes audiencias. Alain Botton y John Armstrong creen tener la respuesta. Para ellos el arte tiene un efecto terapéutico en nuestras vidas. Así de simple. Recientemente la editorial Phaidon ha publicado una nueva versión del libro donde estos autores abordan este tema, El arte como terapia (2017, 240 páginas).
Para ellos parte del problema de responder para qué sirve el arte, por qué es el arte importante, radica en la forma como el establishment nos lo presenta. Lo hace, por ponerlo de alguna forma, desde una perspectiva externa, y no desde la perspectiva del individuo, desde su psique. Hasta comenzado el siglo XX el sentido de la creación artística navegaba en el mundo de la expresión estética. Sin embargo, según Botton y Armstrong, el arte es “capaz de guiar, estimular y consolar a los espectadores, además de ayudarlos a convertirse en mejores versiones de sí mismos”.
Los autores proponen inclusive que ciertas obras de arte dan poderosas respuestas a algunos problemas. Para ello, el libro emprende una suerte de viaje por varias obras maestras de las artes visuales (pintura, diseño, arquitectura, etc.), y como ellas abordan varios estados de nuestro espíritu: recuerdos, esperanza, crecimiento, etc.
El libro puede ser adquirido por Internet en las principales librerías españolas. (O)