El impulso actoral: Concurso y teatro
“Como primera observación, esta es una obra muy bien escrita y lograda dramatúrgicamente, que nos demuestra que hay un increíble potencial artístico”.
Cuatro maneras de contar una historia fue la manera de desempolvar el nombre de quien compuso la música del Himno Nacional del Ecuador. Esta propuesta teatral de formato largo surgió posiblemente de una de las ideas más innovadoras del año: el I Concurso de Dramaturgia realizado por el Estudio Paulsen y que además de entregar un reconocimiento económico a la creatividad y al ejercicio de la escritura dramatúrgica, la obra ganadora se montaba en el teatro del mencionado centro cultural.
Debería llamarnos la atención que el ganador del concurso fue José Miguel Flores, un joven estudiante de Creación Teatral de la Universidad de las Artes y no ningún famoso del medio.
Como primera observación, esta es una obra muy bien escrita y lograda dramatúrgicamente, que nos demuestra que hay un increíble potencial artístico de quienes estudian y se forman en artes y que solo se necesitan unos empujoncitos para seguir adelante. Es un gran detalle que los que conforman el Estudio Paulsen conocen. No está de más mencionar que se debe aplaudir el criterio de los jueces que fueron parte del tribunal para la elección de la obra.
José Miguel Flores juega con la ucronía, una forma de contar historias que se toman desde un punto del pasado para desarrollarlas, especulando sobre sus verdaderos hechos o contarlos de forma arbitraria o diferente. Como vemos, se hace el esfuerzo magnífico de darle una consigna a cada personaje para que tenga su particular relato.
La obra, que se plantea ambientada a mediados de 1800, enmarca temas de discusión aún vigentes al día de hoy. Entre ellos: la revolución ubicada como utopía, no todo lo que brilla es oro, el rol de la mujer, el papel de los artistas en la sociedad, etc. También nos muestra a un Antonio Neumane revivido para habitar la casa donde alguna vez vivió.
El reparto estaba conformado por Miguel Ángel Ochoa, quien interpretó a Antonio Neumane; Nikki Mackliff, a la hija; Carlos Serrano, al Doctor; y, Maximiliano Metz, al “burgués”. Los tres últimos actores tienen formación en técnica Meisner, pero es necesario destacar a Nikki Mackliff, por su presencia escénica que se diferenciaba a las de sus compañeros meisnerianos.
Insistiré en que la Técnica Meisner queda debiendo en lo corporal (ojo: es lo que a este degustador de teatro respecta). La veo bien para cine y televisión, ya que ahí la cámara es el espectador. Pero en teatro me hace falta sentir la presencia actoral, las dinámicas elegantes con los objetos, la posición de sus cuerpos o las manos. No cualquier cotidianidad y naturalidad es teatro. No basta con lo natural de la persona o las respuestas naturales, tengo hambre de sentir presencia escénica.
Ochoa, cuya personificación de Antonio Neumane era sobrenatural, sabe bien de lo que estoy hablando. Hay ciertos recursos del cuerpo que sobre las tablas hacen de la obra algo bello. Ochoa y Mackliff lo tienen naturalizado. Metz y Serrano destacaron, en cambio, en otro ámbito: en la conexión que pudieron lograr como grupo de teatro, entre actor y actor, lo considero como un nivel álgido de trabajo. Ellos manejan bien su técnica y son fieles ella, proyectando al espectador la esencia de los personajes.
Henry Silva, director de la obra, debe estar orgulloso de su producto. Este es otro nombre que no debemos olvidar en el teatro de hoy en esta emergencia de nuevos talentos. Felicitaciones especiales para la encargada del arte y escenografía, Sofía Zambrano, y en vestuarios, Maru Sáenz y Jonathan Estrella… fue un viaje en el tiempo.
La obra estará hasta el 18 de agosto, jueves, viernes y sábados a las 21:00.
@_Mercucio_