Poeta de la música francesa
Charles Trenet fue un compositor y cantante llamado por algunos “el Padre de la canción francesa”.
Empezó a componer canciones en su adolescencia de forma autodidacta, el solfeo se le hacía insoportable. Sin embargo, supo crear trabajadas melodías que fluían espontáneamente de un manantial inagotable de inspiración. Para él, la composición nunca fue una tarea ardua, al respecto él comentaba que componía mientras caminaba. Alice Goy-Billaud, una francesa que reside en Guayaquil desde hace tres años, cuenta que su padre le tocaba Douce France y Y'a d'la joie con su clarinete cuando era pequeña.
Charles Trenet nació el 18 de mayo de 1913 en Narbonne, Francia, aunque pasó su niñez en Perpiñán, la ciudad de su padre. Como poeta se dio a conocer publicando en una revista literaria de su ciudad natal llamada Le Coq catalan. Gracias a esos primeros escritos conoció a Jean Cocteau, quien fue el primero en reconocer públicamente su talento. Cocteau decía que “el mundo se divide entre adultos y poetas”, Trenet tomó esta máxima al pie de la letra y, como poeta que era, se propuso vivir en su madurez la infancia que sentía que le había sido robada a causa de las dificultades que tuvo que superar la familia en sus primeros años de vida. Ahí radica el secreto de la eterna juventud de Trenet y de su obra.
Goy-Billaud cuenta que su padre en la actualidad aún sigue cantando La Mer, la canción más famosa de Trenet escrita en 1939, la cual se estrenó dos años más tarde en el teatro de la “Avenue”. Aunque una de las melodías que más recuerdan sus seguidores es Que reste-t-il de nos amours, porque es una poesía a los amores perdidos, aquellos que no desistimos de olvidar y que quedan perenne en nuestras mentes y corazones.
Que reste-t-il de nos amours?
Esta noche, el viento que
golpea a mi puerta
me habla de los amores
muertos
frente al fuego que se apaga.
Esta noche hay una canción
de otoño
en la casa que tirita
y pienso en días lejanos.
¿Qué queda de nuestros
amores?
¿Qué queda de esos días
bellos?
Una foto, vieja foto
de mi juventud.
¿Qué queda de las cartas
de amor?
¿Del mes de abril, de las citas?
Un recuerdo que me persigue
sin cesar.
Felicidad marchita, cabello
al viento,
besos robados, sueños
cambiantes.
¿Qué queda de todo aquello?
Dígamelo.
Un pueblo pequeño, un viejo
campanario,
un paisaje muy bien
escondido,
y en una nube el rostro
querido
de mi pasado.
Las palabras, las palabras
tiernas que murmuramos,
las caricias, las más puras,
los juramentos al fondo
del bosque,
las flores que volvemos a
encontrar en un libro,
de cual perfume usted se
embriaga,
se escaparon. ¿Por qué?