Catecúmenos en Guayaquil
Si usted, estimado lector, asiste a misa por costumbre y se considera un pecador incorregible, su historia es similar a la de miembros del Camino Neocatecumenal.
Justo cuando su nombre se anunciaba como ganador del Premio Extraordinario Nacional de Pintura, gran honor que recibió en 1959, el artista español Francisco José Gómez-Argüello Wirtz (Kiko Argüello) consideraba quitarse la vida.
Sus lecturas filosóficas lo habían llevado a la conclusión de que Dios no existía. “En el fondo, el premio no cambió nada el problema que sentía dentro. Me daba cuenta de que ya por la mañana, cuando me levantaba, me preguntaba: “¿Vivir, para qué? ¿Para ganar dinero? ¿Para ser feliz? ¿Para qué?”, narra Kiko Argüello en su libro El Kerigma, palabra que significa “anuncio”.
Argüello comenzó una búsqueda espiritual que lo llevó incluso a gritar reclamando la existencia de Dios, quien poco a poco lo fue convenciendo de su presencia hasta motivarlo a tomar un cursillo de cristiandad que, si bien logró despejarle algunas dudas, le hizo percatarse de que no existía un proceso de formación para aprender a ser un buen cristiano.
Sus pinturas comenzaron a abordar temas religiosos y se convirtió en catequista, pero la mayor muestra de la presencia de Dios en él tuvo lugar cuando decidió mudarse a un barrio marginal de Madrid para ayudar a una señora que trabajaba en su casa, cuyo esposo era alcohólico y violento.
Fue entonces que Argüello encontró a Dios. “Tenía un amigo que era asistente social y que trabajaba en las chabolas (casas vetustas) de Palomeras (sector pobre en las afueras de Madrid) y le dije: ‘Querría dejarlo todo e irme a vivir entre los pobres’. Y me indicó un sitio: un pequeño valle lleno de cuevas, donde había gitanos, quinquis (delincuentes), vagabundos, pordioseros, mendigos, prostitutas viejas…’”.
Fue con guitarra y una Biblia. “No fui allí ni para enseñar, aunque eran casi todos analfabetos, ni para hacer una obra social. En absoluto. Consideraba que ellos eran Jesucristo y yo un pobre pecador que no era digno de vivir allí, en medio de ese horror del sufrimiento de los inocentes, de las víctimas de los pecados de los demás”.
Hoy, en Guayaquil
Así nació el Camino Neocatecumenal, presente en 101 naciones y cuya sede en esta ciudad se localiza en la parroquia Santo Tomás de Aquino, cooperativa Pancho Jácome, junto al sector Florida Norte.
El padre Julián Ballesta, principal de esa parroquia, cuenta que cuando el arzobispo de Madrid conoció la experiencia de Kiko Argüello, y evidenció que su presencia como misionero espontáneo entre los pobres estaba cambiando las vidas de los necesitados, lo invitó a compartir sus vivencias en otras parroquias de la capital española.
“La prostituta dejaba la prostitución, el vago gitano comenzaba a trabajar, el delincuente dejaba de robar. Se formó allí (en Palomeras) una comunidad de gente alejada de la Iglesia, de pecadores, en quienes ocurrió una transformación en Cristo”, señala este sacerdote, quien de joven era un funcionario estatal de correos.
“Me gustaba estar en las cantinas, tomando, con las chicas, odiaba a mi madre”, recuerda sobre esos años antes de escuchar la voz de un catequista del Camino Neocatecumenal que le dijo: “Dios te ama tal como eres”. Así comenzó su reconciliación con su madre, se unió a esa entidad y luego descubrió su vocación al sacerdocio.
El padre Ballesta, español que conoce a Kiko Argüello, explica que la Iglesia católica primitiva instauró el catecumenado para bautizar a los primeros cristianos. Los candidatos estudiaban la palabra de Dios durante tres años (catequeo en latín significa “oído abierto”), tras lo cual recibían a Cristo en el bautismo.
Por ello, esta propuesta es un “neocatecumenado” para católicos ya bautizados. “Es un kerigma (aviso) de la buena noticia de Dios”, indica sobre esa intitución, que desde sus inicios en España cuenta con el impulso de la hermana Carmen Hernández y el padre Mario Pezzi.
Rescatados con amor
Gonzalo Costales, coordinador del Camino Neocatecumenal en Guayaquil, señala que esta entidad llegó al Ecuador hace 44 años con unos misioneros (los esposos Pino y Peppina Cottone) que catequizaron en Sucúa, Esmeraldas y Guayaquil.
“Tenía unos 22 años. Yo solía ir a misa los domingos, pero no me interesaba lo que decía el cura. Llegaba a las cuatro de la mañana de las fiestas e iba a misa para complacer a mi madre”, comenta este médico que durante la visita de esos catequistas escuchó unas palabras que lo impactaron: “Dios te ama gratis”. “Yo pensaba que debía esforzarme para ser amado”. Entonces se propuso escuchar la catequesis durante dos semanas, que se han extendido a 42 años en el Camino Neocatecumenal.
Costales siente que su vida se ha transformado. “Dios me ha dado una familia, todo lo que tengo”.
El pintor Jorge Velarde también vivió una experiencia similar. “Cuando tenía unos 30 años mi vida era un desastre. Mi matrimonio era un fracaso, llevaba siete años sin vender un cuadro, me sentía deprimido por mi incapacidad de mantener a mi familia”, señala este artista que, tras aceptar las recomendaciones de su madre y hermanos de atender la catequesis, comenzó a cambiar su vida. “El kerigma rescata a los alejados de la Iglesia, a los que valemos menos. Ahora no puedo vivir sin mi esposa, mi vida profesional mejoró. Lo curioso es que yo seguí siendo el mismo, pero todo ya era diferente”.
No se trata de magia ni de una revelación sorpresiva, subraya Velarde. Es simplemente la decisión honesta y profunda de convertirse en un buen cristiano. (M.P.) (I)
Consideraba que ellos (los pobres) eran Jesucristo y yo un pobre pecador que no era digno de vivir allí, en medio de ese horror del sufrimiento de los inocentes...”.
Kiko Argüello,
Fundador del Camino Neocatecumenal. Cita de su libro El Kerigma.
Contacto: 225-9839.