Sobrevivientes en el tiempo
Los árboles nativos de Guayaquil surgen en medio del asfalto. Sus grandes ramas se elevan como sobrevivientes del crecimiento de una ciudad que se extiende rápidamente.
Se encuentran en toda la ciudad y son testigos inmóviles de lo que ocurre a su alrededor. A su sombra se han cobijado parejas de enamorados, han pasado niños de la mano de sus padres o trabajadores que buscan refrescarse bajo su follaje en los días más soleados. Son los árboles de la ciudad, cuyas raíces podrían contar la historia de la urbe.
De acuerdo con James Pérez, director del Jardín Botánico de Guayaquil, los árboles nativos de la urbe son especies características del bosque seco tropical, cuyos ejemplares se ubicaron principalmente en el cerro, donde comenzó la ciudad.
Sin embargo, explica, también existen en la ciudad zonas que recogen especies de otras partes del mundo, las cuales fueron traídas a través de los años por migrantes y extranjeros que llegaban a la ciudad a través de su puerto. “La construcción del parque Seminario fue financiada por esa familia y la vegetación de ese parque es representativa de África y del Indo Pacífico”, explica.
Somos un país tan megadiverso, tenemos muchas especies arbóreas que podemos cultivar aquí; pero a veces nos dejamos llevar por la moda y tendencias”.
James Pérez, director del Jardín Botánico de Guayaquil.
Algo que se repite actualmente en algunos sectores del malecón Simón Bolívar, que recoge especies foráneas. Estos árboles son considerados actualmente patrimoniales debido al tiempo que llevan en nuestro territorio, aunque no sean nativos. Una de las especies nativas más representativas históricamente es el fernansánchez, bautizado científicamente como Triplaris guayaquilensis por el farmacéutico español Juan Tafalla en el siglo XVIII.
Una realidad preocupante
Para el arquitecto Felipe Huerta Llona, catedrático de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG), las áreas verdes de la ciudad han sufrido una fuerte agresión en los últimos sesenta años, durante los cuales se ha acabado, por ejemplo, con los manglares, esteros y vegetación natural en los cerros.
“Lamentablemente en la ciudad se ha hecho un culto al hormigón, este es un material que tiene una gran absorción de energía calorífica y hay que saberlo manejar estructural y ambientalmente. Aquí echamos hormigón a cualquier suelo y con eso hemos extendido horizontalmente la ciudad, reduciendo los cuerpos de agua y aplanando el relieve tan favorable para el clima y paisaje urbano”, sostiene. “Con nuestras condiciones estuarinas, de cerros y sabana tropical, era para haber hecho un edén urbano y no proceder a recubrir el suelo indiscriminadamente con hormigón, ya que tanto este como el asfalto retienen el agua e incrementan la evapotranspiración en periodos de calor y es lo que nos sofoca durante las lluvias”, expresa. Sin embargo, reconoce el esfuerzo de las últimas administraciones, ya que se han recuperado riberas, se han construido parques lineales, entre otros nuevos espacios verdes.
¿De qué sirve tener palmeras si no dan ningún beneficio para mejorar la calidad ambiental. Una suficiente cantidad de árboles ayudaría a mejorar el oxígeno...”.
Arq. César Haro
El arq. César Haro considera que la presencia de áreas verdes en la ciudad es fundamental para reducir el impacto del calor y la humedad. “Nosotros tenemos un clima donde la temperatura se incrementa por el elevado nivel de humedad que tenemos y la contribución de especies vegetales es vital para tratar de minimizar esa sensación”, menciona. “Lamentablemente en Guayaquil no tenemos el nivel de arborización que deberíamos tener; de hecho, el porcentaje de áreas verdes de Guayaquil está por debajo de las normas internacionales. Y entre los factores que han contribuido a eso está la expansión de la ciudad sin el menor control, haciendo perder espacios verdes”, dice. Por ello, indica que Guayaquil no debería tener menos del 15% de su área con árboles. “Especies vegetales que provean sombra. ¿De qué sirve tener palmeras si no dan ningún beneficio para mejorar la calidad ambiental? Una suficiente cantidad de árboles ayudaría a mejorar la calidad de oxígeno que respiramos”, agrega.
Debemos aceptar los principios de convivencia con todo ser viviente. ¿Por qué no podemos vivir en paz entre todos? Sentir los árboles...”.
Felipe Huerta Llona, catedrático de la UCSG
Ante esto, Abel Pesántez, director de Parques y Áreas Verdes del Municipio de Guayaquil, asegura que en todos los proyectos se involucra la conservación de las áreas verdes compuestas con especies nativas. “El mantenimiento en parques se lo realiza mediante la contratación anual con empresas especializadas en el servicio de conservación agronómica, además, es política permanente la reforestación en áreas verdes naturales”, dice.
¿Qué hacer?
Todo es recuperable, aseguran los expertos. Pero es necesario incentivar a la ciudadanía a colaborar en esta tarea. “Tenemos grandes esfuerzos y pequeños pasos de personas y entidades que militan activamente en este tema. También el manglar ha resucitado por sí mismo y de continuar así se creará mayor conciencia para recuperar la calidad escénica y confort ambiental de la ciudad”, dice Huerta. “Debemos aceptar los principios de convivencia con todo ser viviente. ¿Por qué no podemos vivir en paz entre todos? Sentir los árboles, sus hojas y la tierra misma, origen de la vida”.
Haro considera que se deben elevar las normas ambientales en la construcción y utilizar las zonas naturales como parte del diseño paisajístico de las nuevas urbanizaciones en lugar de rellenar esteros. Huerta coincide: “Hay que replantear los porcentajes que se dedican a áreas verdes porque no satisfacen. Los promotores inmobiliarios contabilizan hasta el más pequeño rinconcito verde aislado para decir que están cumpliendo con las ordenanzas”.
A mí me da mucha pena porque yo prácticamente he vivido con estos árboles. Todo esto (Los Esteros, en el sur de la ciudad) era haciendas con árboles”.
Flor de María Valverde, botánica
Finalmente, para la botánica Flor de María Valverde, el mensaje debe estar dirigido a los mandatarios “para que generen en los jóvenes una inquietud para que se agrupen para la recuperación del bosque seco, de lo suyo, que siembren árboles, que planten vidas”, enfatiza.
Fotos: Michelle Malo Robinson