Visita a la sala braille y sonora en la Biblioteca Municipal
Los usuarios no videntes de la sala braille y sonora de la Biblioteca Municipal hallan la luz de la información en este espacio. ¿Conoce a alguien que podría beneficiarse? ¡Anímelo y, mejor aún, llévelo a visitarla!
Este reportaje no puede imprimirse únicamente con tinta, como las otras páginas de La Revista. Por eso, en nuestro sitio web www.larevista.ec podrá ser escuchado para beneficio de las personas no videntes o con baja visión.
Ellos son los primeros que deben conocer que, desde hace casi dos décadas, la Biblioteca Municipal de Guayaquil les ofrece la oportunidad de leer publicaciones de diferentes temáticas impresas en braille.
Revistas, novelas, láminas y mapas con alto relieve, libros en audio y también computadoras (con un software especializado que les facilita su uso) están disponibles para su provecho, en la llamada sala Braille y Sonora.
Llegar a esa sala es muy sencillo. Se entra por la puerta principal de la Biblioteca Municipal (calle 10 de Agosto), luego hay que subir por la escalera de la izquierda hasta el primer piso. Arriba, girar 180° hacia la izquierda y, después de pocos metros, subir unos cuantos escalones más. Las mesas y las sillas para sus usuarios están en ese mismo pasillo, junto a la oficina de Emilio Sánchez, su director.
A inicios de los noventa, él fue delegado de Ecuador en el Congreso de la Unión Latinoamericana de Ciegos, que se realizó en Chile, y en donde se habló del concepto de Bibliotecas para no videntes. Al regresar a Guayaquil, se planteó la iniciativa de crear un área similar en la urbe y fue acogida positivamente por las autoridades.
Su inauguración fue el 10 de junio de 1996 y recibieron gran parte de su material de entes como la Organización de Ciegos Españoles, la Fundación Braille de Uruguay, la Biblioteca Argentina para Ciegos, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. También llegaron donaciones desde Cuba y Venezuela.
Sánchez resume muy bien, y en una sola palabra, el efecto que provocó su apertura: independencia. “Antes, al ir a la biblioteca siempre necesitábamos de alguien que nos leyera, que nos ayudara a buscar. En cambio, con una sección organizada bajo nuestro propio sistema, ya podíamos acceder por nosotros mismos”, expresa.
Esas herramientas se tradujeron en libertad, en confianza y en nuevas habilidades que permitieron que muchos de sus usuarios cumplieran sus metas académicas. “Desde entonces, jóvenes de colegio y universidades comenzaron a frecuentar la Biblioteca y hoy varios de ellos son profesionales”.
Los visitantes no suelen ser numerosos (de 4 a 10 personas al día), pero su estadía suele extenderse por varias horas, muchas veces, hasta el momento del cierre.
Tito Cedeño, de 43 años, es uno de ellos. Llega a la biblioteca a las 10:00 y se queda hasta las 14:00 o 15:00. Él divide su tiempo entre la lectura de clásicos como La Iliada y La Odisea y el uso de las computadoras, pues ya domina Word y Excel; también envía correos electrónicos y navega por la red.
Olguita, de 52 años, lleva tres semanas beneficiándose de los servicios a esta sala especializada. “Emilio, a quien conozco desde hace 30 años, me invitó para que aprendiera computación y braille”, comenta. Aunque esa tarde la encontramos operando la máquina de escribir Perkins Braille. “La experiencia ha sido muy buena porque me ha ayudado a comunicarme, en estos tiempos de tecnología uno debe seguir conociendo y aprendiendo”.
Espontánea escuela de braille
Los servicios de la sala no se limitan a facilitar publicaciones o prestar servicios, en varias ocasiones se ha convertido en un lugar de entrenamiento y de formación.
“Muchos no conocían o no dominaban el braille. A veces se trataba de personas que habían perdido la visión tras un accidente y se los solía remitir a la Escuela para Ciegos, pero no iban porque se encontraban solo con niños”, recuerda Sánchez. “Entonces la biblioteca se convirtió en un lugar donde podrían aprender”.
En el caso de Javier González, de 47 años, la ayuda que recibió en la Biblioteca cambió por completo su rutina diaria. “Yo vine hace cinco años para mejorar mi movilización, porque yo no salía de mi casa”, recuerda. “Aquí aprendí a transportarme por la ciudad y poco a poco perdí el miedo”. El proceso duró, según dice tras un rápido cálculo mental, un año y cuatro meses, durante el cual caminaba con la ayuda de Emilio en los alrededores de la Biblioteca. “Usando el bastón que es el objeto que nos guía, nuestros ojos, limpiamos el camino y Emilio me enseñó a virar, a dirigirme, a superar obstáculos, hasta que ya le agarré el golpe”. Actualmente Javier se moviliza por la ciudad para vender perfumes de hombre y de mujer que él elabora.
Lecturas sonoras
Emilio recuerda que antes recibían cajas de publicaciones, pero poco a poco dejaron de llegar. Ahora, reciben casi toda la nueva información por internet. “Nosotros teníamos una franquicia postal para enviar y recibir libros gratuitamente”, detalla. “Pero esa franquicia dejó de tener vigencia y ahora es más difícil”.
Miguel, de 24 años, es uno de los visitantes que se benefician de la llamada Tiflotecnología. Él emplea las computadoras a través del software llamado Jaws, que verbaliza la información que aparece en las pantallas para que su usuario pueda escucharla. “Con estos programas podemos conectarnos y comunicarnos con el mundo”, expresa.
David, de 11 años, es el más joven de los usuarios en esta tarde de braille. Es su primera vez en la biblioteca, la cual le abre un nuevo escenario de posibilidades. “No sabía de este lugar, pero me parece muy bien porque hay muchas cosas para nosotros”, dice, sintiendo que acaba de ingresar a un mundo que ya lo estaba esperando. Y que él aprecia mucho haber encontrado. (I)
Información: Sala braille y sonora de la Biblioteca Municipal, 10 de Agosto y Pedro Carbo; atiende de lunes a viernes, de 09:00 a 16:00. Teléfono: 259-4800, ext. 2140 y 2105.