la re vista 27 ......................... quimioterapia sería la afección de mis ovarios. Tengo 33 años y aún no había considerado la idea de ser madre hasta ese momento en el que me estaban bajando las probabilidades de serlo. Es por esto que antes de empezar mi tratamiento me sugirieron congelar mis óvulos, y eso hice. Según los doctores, ¿cuál era el siguiente paso? Son ocho sesiones de quimioterapia: una cada dos semanas, cuatro meses de tratamiento que decidí llevarlo en mi ciudad, Guayaquil. Mi oncóloga de EE.UU. me lo permitió y me traje todos los medicamentos. Sin embargo, mis chequeos son siempre en Houston. Al momento voy cinco de las ocho quimios; mi protocolo se hizo con base en mi edad, al ser joven todo se podía hacer más rápido. Las cuatro primeras fueron un químico más fuerte que el actual. Decidí llevar esta etapa en mi ciudad, para no estar lejos de las cosas que quiero y me gustan: mi familia, amigos, deporte, mi perro, todo esto me da mucha energía y es parte de mi sanación emocional y espiritual. Mi trabajo, la arquitectura, es un gran pilar en mi vida y lo sigo haciendo con normalidad. ¿Cuál ha sido tu reacción física a la quimioterapia? Sueño, menos energía, al comienzo algo de náuseas. Básicamente eso, pero la verdad he tenido superbuena respuesta a la quimio; no me puedo quejar. ¿Y de la pérdida del pelo? Ya me río. Este es casi siempre el miedo inicial de toda mujer. Hasta ahora me he permitido viajar, he hecho cosas que a veces los pacientes nerviosos no hacen y trato de pasar la mayor cantidad de tiempo con mis amigos y mi familia, así como cuando tengo la energía suficiente corro, nado y practico yoga. He tenido pocos estragos al lado de lo que he escuchado, y le agradezco a mi mente por eso. Me hago la idea de que si tengo náuseas o algún estrago, estos no duran para siempre, es una transición. Yo misma fiscalizo mi energía, una misma tiene que exigirse, una misma tiene que tener buena actitud, mirarse en el espejo y decirse “no tengo pelo, pero hoy voy a ponerme el pañuelo más lindo que tengo”. No es un pare, sino una pausa a algunas cuarto y ella, echada en la cama, decía: “Te tienes que ir, te puedes morir”. Yo no entendía, pero a ella ya la habían llamado a decir que la biopsia de la operación realizada días atrás para extraer mi “f i b ro m a ” había determinado que lo mío era malo. Todas las películas de terror se le pasaron por la cabeza, estaba descontrolada, ella es una persona nerviosa y la verdad es que yo, de ver tanto dolor, me senté y decidí actuar. La ruta que seguí fue, en ese momento, la de llamar a alguien que ya había pasado por eso y rodearme de información. Luego empecé a llamar a doctores y, gracias a Dios, con un buen seguro y excelentes recomendaciones, al cuarto día yo ya estaba en un avión camino a Ho u s to n . ¿Qué hiciste al llegar a Houston? Seguir las instrucciones de los médicos. En un lugar como ese, una clínica especializada en cáncer, se analiza todo, se cuestiona todo. A uno no le queda más que esperar y tener paciencia. Hubo días en los que de repente uno piensa lo peor porque la palabra es muy fea: cáncer, que para muchos significa muerte, pero no se puede hacer mucho más que tener fe en que las cosas debían salir lo mejor posible. Mi diagnóstico tras aproximadamente 15 exámenes: carcinoma intraductal grado 3 estadio 3 (hay 4 grados) de proveniencia hormonal. Mi tumor era de 7 cm, me lo habían sacado en Ecuador y yo había llevado fragmentos de este a Estados Unidos para su análisis. Decidieron que debían operar nuevamente y revisarían si había algún tipo de m e t á s t a s i s. Tuviste que tomar decisiones rápidas. Es parte de mi personalidad. También yo ya quería empezar con el proceso de sanación física. Entre las citas que te asignan, aparte del cirujano, el reconstructor, la oncóloga, estaba también la ginecóloga. Esta última me comunicó que parte de la consecuencia del tratamiento de Esta valiente luchadora trata de mantener su rutina normal, en la cual impone su energía y su buena actitud. sigue ›› S A LU D ESPECIAL de la revista 27
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