El ají picante: ¿Bueno o malo para la salud?
Los hay de todo tipo e intensidad. Los que dan un toque de sazón al paladar y los que te quitan la respiración y te hacen llorar.
Durante años el ají picante, los chiles, jalapeños o la pimienta, han sido parte de ese placer culinario y masoquista de los humanos. Más allá de su sabor, hay razones médicas que apuntan a que el picante puede convertirse en nuestro mejor aliado. ¿Por qué?
Un equipo de la Academia de Ciencias Médicas de China revisó durante varios años el comportamiento de casi 500.000 participantes de un estudio en ese país.
Encontraron que los individuos que utilizaban picante en sus comidas una o dos veces a la semana registraban una tasa de mortalidad 10% menor que aquellos que consumían picante menos de una vez por semana. El ají picante fue la especie más utilizada en las muestras del estudio, y quienes lo consumieron fresco disminuyeron en particular el riesgo de morir de cáncer, enfermedades coronarias y diabetes. “Los datos obtenidos nos animan a pensar que al comer más comida picante mejoramos nuestra salud, y reducimos el riesgo de mortalidad en personas de edad avanzada”, comenta Lu Qui, investigador. No obstante, aclara que puede no ser beneficioso para personas con problemas digestivos o úlceras estomacales.
Es fuente de antioxidantes. Por ejemplo, 42 gramos de esta especie puede sustituir la dosis diaria de vitamina C. También es rica en vitamina A, y en hierro y potasio.
La capsaicina ha sido vinculada con la pérdida de peso. Hay resultados positivos en experimentos con ratones con células de cáncer de próstata y de pulmón, también hay indicios de ser efectiva contra afecciones en el colon. Sin embargo, antes de hacer cambios drásticos en su dieta, estos experimentos deben replicar sus resultados cuando se hagan en humanos.
El chile picante es un enigma. No obstante, sea amigo o enemigo, estamos cada vez más expuestos a él. El consumo global de picante subió 2,5% por año, mientras que el consumo per cápita se incrementó 130% en ese periodo. Quizás hasta que se comprueben todas sus dotes curativas, habría que administrarlo poco a poco, sin que nos saque lágrimas o vapor por los oídos. (I)