Camarones y langosta: Un año después
“Si vuelvo a Red Lobster, pediré un bogavante de estos que tienen vivos en un acuario a la entrada y que me lo traigan a la mesa para demostrar que no ha sido ni congelado ni conservado”.
Indudablemente, por ser parte de una cadena internacional, el local de Red Lobster luce como un rincón de Florida, el ambiente amplio es agradable. Había cenado allí hace un año y los precios me habían parecido muy elevados Por esta razón me sorprendió recibir una planilla de $ 63 por dos colas de langosta enteras (no rellenas) servidas con una generosa guarnición de lingüinis en salsa de camarones, dos exquisitos postres, una cerveza Stella Artois bien fría, un café expreso. En realidad hay una promoción llamada ‘Celebración’, que ofrece las colas de langosta en $ 19,99, este precio incluye la abundante y agradable guarnición que usted puede escoger.
Primera impresión, entonces: excelente precio para una cena de dos personas. Quien nos atendió fue Jocelyn, ella se mostró muy rápida en el servicio, sonrió con gran amabilidad, lo cual, en mi caso, genera siempre una propina extra. Los inevitables televisores plasma muy felizmente funcionan sin sonido, muestran juegos de rugby o fútbol que interesan a pocas personas.
El problema de las colas de langosta al grill, más allá de su interesante precio es el trato que se les dio. Servidas con una salsa de mantequilla derretida con limón, a la usanza norteamericana, resultaron bastante resecas, muy difíciles de cortar con tenedor y cuchillo, había que arrancar, haciendo esfuerzo, la carne de los carapachos.
Ese particular puede deberse a varios factores: excesivo tiempo de conservación, proceso de congelación defectuoso o más probablemente excesiva cocción de las colas. En Red Lobster sabrán cuál de estas razones es la acertada. Si la cola de las langostas es demasiado seca, se puede optar por la termidor (bechamel con cebolla picada, vino blanco, yo añado algo de crema de leche, un par de quesos diferentes rallados para gratinar), pero creo que Red Lobster no ofrece la termidor siendo, sin embargo, la más clásica de las recetas.
La carta de los cocteles es de lo más atractiva y no resulta fácil resistir la tentación de tragos cuyo derroche de colores fascina la vista y enloquece el paladar. Algo parecido sucede con el menú de los postres. El bizcocho en salsa de chocolate caliente con helado de vainilla es excelente. No dejen, al llegar, de pedir el pan de choclo (corn bread), que es una delicia.
Si vuelvo a Red Lobster, pediré un bogavante de estos que tienen vivos en un acuario a la entrada y que me lo traigan a la mesa para demostrar que no ha sido ni congelado ni conservado. Claro está, el precio será más elevado, pero créanme, vale la pena. En cuanto a la langosta, prefiero la que prepara Don Francis, la de Antonio Pérez, la de El Caracol Azul, la suntuosa de Red Crab.
Red Lobster, con su extensa carta, ofrece todo lo que ustedes pueden desear, sean camarones en numerosas combinaciones, mejillones a la marinière (mantequilla, cebolla picada, vino blanco y el jugo que sueltan los moluscos), cangrejos, carnes, pastas, con un definido toque que los llevará al ambiente de los Estados Unidos o de Italia.
Red Lobster está ubicado en el centro comercial El Dorado (kilómetro 10,5 en la autopista La Aurora-Pascuales), un mall realmente inmenso con un sinfín de almacenes, boutiques, escaleras eléctricas, imponente iluminación, extensa zona de estacionamiento, pero escasísimo movimiento por las noches.
De todos modos, crítica aparte, resulta increíble poder saborear en Ecuador bogavantes que llegan vivos desde los Estados Unidos, Red Lobster es un lugar para gourmets. (O)