Carta al presidente: El infaltable vino

Por Epicuro
19 de Agosto de 2012

“La gente sale mucho a los restaurantes los fines de semana, cuando hay tiempo para esparcimiento... Los padres pueden desear una cerveza bien fría, una copa de vino tinto o blanco”.

Escribo esta misiva con el respeto que usted, Rafael Correa, se merece. Aun cuando no estoy de acuerdo con una que otra medida suya, hemos conservado una relación de amistad y a través del tiempo compartido también copas de vino sin jamás traspasar los límites que impone el respeto que se merece una buena botella, guardándonos la cortesía que supone el perdurable afecto.

Al escribir cada semana la crónica gastronómica me toca enfocar los tópicos más diversos, me sigue preocupando aquella interdicción de beber licores los fines de semana. Las personas que beben vino con almuerzo o cena no suelen embriagarse; además, para quienes desean llegar a la ebriedad no existe día en particular, pues se pueden consumir en cualquier lugar –casa o calle– licores comprados con anticipación.

La gente sale mucho a los restaurantes los fines de semana, cuando hay tiempo para esparcimiento. Si se trata de familias, los niños piden gaseosa, limonada, cuando no batido de fruta; los padres pueden desear una cerveza bien fría, una copa de vino tinto o blanco. Usted recordará, Rafael, que Mendés France, a quien Epicuro tuvo el privilegio de conocer, enojó mucho a los franceses cuando hizo servir leche en una reunión internacional.

Entre uno que otro reclamo, salió el siguiente: “Si tuviera una sola gota de sangre gala en sus venas, no se habría jamás atrevido usted, representante de nuestra Francia productora mundial de vino y de champán, a hacer servir un vaso de leche en una reunión internacional. Es una bofetada, señor Mendés, lo que todo francés recibió ese día, aunque no sea un borracho”.

Por tener el aludido ascendencia judía, la polémica se desvió hacia matices muy personales y fuera de lugar. Sé que usted, Rafael, lo tomará como algo jocoso y seguirá sirviendo una botella de buena marca a sus invitados internacionales, aunque sea un día domingo. Si fuéramos fundamentalistas, tendríamos que prohibir a los sacerdotes consagrar el vino como lo hizo el mismo Jesús .

No puedo imaginar la Última Cena sin el vino, aunque se hubiera realizado un día domingo. En mi razonable reclamo no hay amargura, peor deseo de entablar polémica. Sé que usted es sensible al tono humorístico que decidí adoptar en mi columna de hoy. El humor permite decir en tono divertido lo que la seriedad a veces no se atreve a enunciar.

Amigo Rafael, ¿puede usted imaginar nuestro glorioso cebiche sin la espuma de una cerveza? ¿Tendría el corazón de obligarme a saborear o sabotear un caldo de manguera, un pernil de chancho con bebidas gaseosas de color dudoso, por no decir fúnebre?

Hasta con mis amigos musulmanes con los que conviví durante cinco años compartí el Chateauneuf du Pape; cuando les preguntaba si no estaban infringiendo las enseñanza del Corán, me contestaban “¡Alah la i shuf!” (“¡Alá no me ve!”). En realidad, el paraíso que les promete el profeta incluye “doncellas de senos redondos y eterna juventud sirviendo vino en copa de oro”.

Si usted tiene argumentos susceptibles de contrarrestar mi reclamo, con la misma cortesía los analizaré. Resuena en mis oídos el inicio de una oda de Horacio, aquel poeta romano que elaboraba en su finca el mítico vino de Falerno: “Nunc est bibendum, nunc pede libero pulsanda tellus” (“Ya es hora de beber, de bailar pateando la tierra con un pie libre”).

¡Salud, Rafael! Es domingo y tengo sed de un vino muy nuestro, como lo es el premiado Chardonnay Enigma.

epicuro44@gmail.com

 

  Deja tu comentario