Ecuador elige: Desafío que trasciende
“Lo malo no es la madera sino el excesivo uso de la misma. Que se use en barrica, en chips, en duelas de roble, permite vinos más románticos, influye en el color, la formación de taninos, el dulzor, la expresión aromática”.
La afición al vino tiene en el tiempo nuestro dos etapas definidas: antes de La Cofradía y después de la misma. Los aficionados que tienen formación propia siempre existieron pero al aparecer una entidad capaz de promover la cultura del vino, el panorama cambió. Centenares de personas tuvieron la oportunidad de afinar sentidos llegando a lograr una cata seria.
Pablo Conselmo, enólogo asesor es pedagógico, nada engolado, directo en su forma de enseñar a partir del sabor de las frutas, las texturas, no usa una terminología complicada, logra contagiar su propia pasión. No habla de sensaciones organolépticas sino de lo que captan los cinco sentidos. Cuando más sencillez al hablar del vino mejor complicidad entre quienes lo beben.
Para celebrar sus diez años de vida la Cofradía organizó un concurso de alto nivel en el Bankers Club. No fueron esta vez catadores internacionales los llamados a conformar el jurado sino amantes del vino, catadores amateurs (aficionados) formados por la Cofradía. Se podría pensar que los resultados corrían el riego de volverse azarosos pero el evento resultó ser un absoluto éxito. Pienso que catadores internacionales hubieran llegado a un consenso parecido por no decir igual. Lo importante fue indicar a nuestra gente cuáles son las preferencias del paladar ecuatoriano, datos de primera importancia para los importadores.
No participaron todas las marcas que tenemos en el comercio, lo lamento desde luego pero me gustó mucho encontrar a don Melchor y Trapiche entre los más destacados. Una cata ciega no permite influencias que pudieran orientar el gusto. Cada miembro del jurado recibió el mismo día unas cuarenta y cinco muestras las que tuvo que analizar a partir de la vista, el olfato, el paladar.
Desde luego no se bebe el vino, se lo palpa con el paladar, la lengua, las encías, el umbral de la garganta, se aprecia su textura, su grado alcohólico después de consultar con los ojos las lágrimas, lentas o rápidas al bajar en la copa, viscosas o más ligeras. Los tintos sudamericanos suelen oscilar entre 14 y 14 grados y medio. En una cata ciega, cuando más numerosas son las muestras más pronto se llega a captar diferencias: los mejores caldos se imponen por sí mismos. Un jurado no necesariamente llega a poner el mismo puntaje, interviene el gusto personal, dato que se torna vigente a cualquier nivel.
Es así como los gurús que hacen la ley en materia de selección tienen preferencias. Se habla de vinos parkerizados porque a Robert Parker le gustan los vinos de alto grado alcohólico, gran concentración, influencia del aroma, toque de roble nuevo que puede llevar a este sabor a ciruela, a mermelada como es el caso del premiado vino de Errázuriz: La Cumbre o el Achaval Ferrer.
Otros enólogos, como Patricio Tapia, optan por vinos sin mayor concesión al gusto impuesto. Creo que en el futuro tendremos vinos con menos maderización, un Sauvignon blanco criado en tanque de acero inoxidable tendrá siempre un verdor chispeante que lo volverá fresco, crisped, excitante. Lo malo no es la madera sino el excesivo uso de la misma. Que se use en barrica, en chips, en duelas de roble, permite vinos más románticos, influye en el color, la formación de taninos, el dulzor, la expresión aromática.
Ecuador Elige me trajo gratos recuerdos cuando estoy a punto de viajar a Mendoza para integrar el jurado internacional del prestigioso evento Malbec al Mundo, designación que considero como un privilegio porque más cree uno saber de vinos más necesita aprender.