Gastón en Samborondón: Primeras experiencias
Cuando entrevisté a Gastón Acurio imaginé que tendríamos con Tanta (“pan”, en lengua quechua) un restaurante típicamente peruano; por mis experiencias en Astrid y Gastón, de Santiago, anhelaba encontrar calidad óptima. En Buenos Aires me había sentido defraudado y supe que poco tiempo después Gastón había decidido cerrar el restaurante juzgando que podría afectar su prestigio, también cerró el de Quito.
Su nuevo local de Guayaquil pretende ser informal, lo veo más bien como la cafetería de un hotel con ventanales por todas partes sin ninguna privacidad, un ambiente que llega a ser bullicioso cuando hay afluencia, mesas de pie inestable que las hace desplazarse causando cierta incomodidad, sin mantel, desde luego. Pero, según veo, Gastón quiso crear un sitio más popular, más abierto a la juventud, idea que podría generar éxito si se rectifica el rumbo logrando mayor calidad.
Quizás porque esperaba un local peruano gourmet el sitio no llenó mi expectativa, reconozco que camareros y camareras tienen buena presencia, pero la luz cruda de tantos focos contribuye a dar al local un aspecto de bistró francés, símbolo de lo informal. No me presentaron la carta de los vinos, supe que no la hay, noté que todos los comensales bebían cerveza o gaseosas.
El cebiche mixto que me sirvieron, con una rebanada de camote y choclo tierno, podría sorprender a quienes no desean recibir un pescado crudo marinado poco tiempo en limón, pero me gustó mucho por ser así, con textura suave del pescado, del pulpo y los camarones. Las carrilleras no me entusiasmaron: siendo la parte carnosa y musculosa de la quijada del vacuno, es preferible comprar las de ternera. Vinieron con un risotto aceptable, nada fuera de serie. El lomo saltado, promocionado como plato ícono, me pareció rústico, no muy tierno, llegó acompañado de papas fritas de tosco tamaño: las guarniciones son detalles que debe cuidar el chef.
Es verdad que la carta propone el tacu tacu, primo hermano de nuestro arroz con frijoles, pero no lo he probado; tampoco puedo opinar acerca de las causas o del ají de gallina. Me suele gustar aquel plato que se elabora con carne de gallina desmenuzada cocida en el caldo que se va espesando con pan remojado en caldo o leche.
Un día miércoles noté buena afluencia de clientes, en su mayoría jóvenes que bebían cocteles de los que existe una carta atractiva. Desde luego, la ubicación del local en Village Plaza otorga seguridad. La carta propone platos italianos y sándwiches, lo que refuerza el ambiente de cafetería; si deseo comer espaguetis o ravioles acudo a un restaurante italiano, no a un peruano. Los postres, de los que pude probar un cheesecake de maracuyá y un mousse (espuma) de chocolate, no tienen ningún atractivo especial; el mousse deja mucho de ser espumoso.
Pienso que es temprano todavía para augurar éxito a Tanta, pero es tiempo de corregir ciertas fallas, enderezar el rumbo, es urgente que Gastón Acurio haga otro viaje desde Lima. Sigo pensando que el mejor rincón peruano, más bien el que prefiero en la actualidad, es La Alameda de Chabuca, con sus platos tradicionales de Perú.
Les ruego hacerme llegar sus comentarios para darlos a conocer a Gastón, con quien me reuniré. Mi planilla para dos personas fue de $ 79. Ni muy caro ni tampoco barato por ser una cena sin vino.