Los famosos afrodisiacos: ¿Funcionan de verdad?
“A decir la verdad, pienso que son fascinantes los besos con chocolate, con miel, vino dulce, hielo, crema batida, es emocionante convertir la alcoba en sala de banquetes”.
Desde la más remota antigüedad el sensual ser humano se apasionó por el goce de una buena mesa o de una alcoba. El filósofo Epicuro dejó su nombre a quienes buscan el placer libre de perturbaciones o excesos, criticando tanto el desenfreno como la renuncia a los placeres de la carne. Un proverbio reza: “Patán en la mesa, patán en la cama”.
A fines del siglo XX, el viagra resultó ser incentivo para el erotismo, pues entre 1999 y 2001 su venta superó los mil millones de dólares. A través de la historia encontramos recetas espeluznantes, por ejemplo, una que mezclaba un gorrión vivo, diez avispas, los intestinos de un cuervo negro, aceite de lila y manzanilla, se cocinaba todo en grasa de toro hasta que la carne se deslizara... abominable.
La cantárida se obtenía pulverizando un insecto –Lytta vesicatoria–, inflamaba los órganos genito-urinarios, provocaba excitación erótica, a veces la muerte. El Marqués de Sade fue apresado por sus experimentos con ese polvo. Cuernos de ciervos o de rinocerontes pulverizados se popularizaron en la Edad Media.
A partir del Renacimiento la cocina afrodisiaca se convirtió en arte. Había dos tipos de sustancias: las que por su función remitían al simbolismo sexual, como los testículos de toro, de león, de gallo, y los que evocaban por su forma algo genital. En Ecuador sigue la tradición del caldo de criadillas. El que comí hace años en Píllaro llevaba testículos de borrego, no me entusiasmó mucho, tampoco el sabor fuerte del caldillo de bagre al que prestan virtudes eróticas o consideran como el mejor remedio para contrarrestar el chuchaqui.
Que sean o no afrodisiacas, me encantan las ostras, las trufas blancas o negras, los champiñones, el vino de cualquier color, las conchas, la menta en todas sus variaciones, desde luego el mágico chocolate rico en feniletilamina, como el amargo que tomaba Moctezuma al que se le añadía miel y especias excitantes para darle virtudes amatorias.
Para los griegos, las habas tenían buena reputación, también una orquídea llamada satirión. La mitología cuenta que Hércules era consumidor habitual de esta especie de viagra mitológico que le permitía desflorar en una sola noche a cincuenta doncellas. Recordemos que la palabra orquídea viene del término griego orchis (pronunciar orkis), que significa testículo. Los romanos apreciaban panes en forma de falos. En la Edad Media, las mujeres mezclaban la sangre de su menstruación con alimentos y bebidas para devolver a su marido el ardor debilitado. La Biblia habla de la mandrágora (para curar la esterilidad de Raquel).
Pitágoras prohibía a sus discípulos que comieran habas, mas en el año 1750 el obispo de Niza condenó que las sirvieran en los conventos, pues se suponía que provocaban deseos libidinosos.
Son fascinantes los besos con chocolate, con miel, vino dulce, hielo, crema batida, es emocionante convertir la alcoba en sala de banquetes. Epicuro con su filosofía nos puede ayudar a sublimar la piel del ser amado magnificando las sensaciones. “Anoche inventé un nuevo placer, pero cuando lo iba a disfrutar llegaron violentamente a mi casa un ángel y un demonio. Entraron y disputaron acerca de mi nuevo placer.
Uno gritaba: ¡Es un pecado! Y el otro decía: ¡Es una virtud!” (Jalil Gibran). Escojan ustedes sin temor ni favor. (O)