Merecido homenaje: Un maître notable
“Lo que llama la atención en un profesional es su facilidad para captar enseñanzas, lograr empatía con los huéspedes, adelantarse a sus deseos, ser atento pero jamás sumiso, servil, empalagoso”.
Lo conozco desde hace treinta años. Se había inaugurado el hotel Oro Verde bajo la gerencia de Max Dahinden. Tuve a mi cargo la formación en relaciones humanas del personal contratado, dicté como doce seminarios en Guayaquil, Cuenca, Machala, donde se extendió la cadena.
Lo que llama la atención en un profesional es su facilidad para captar enseñanzas, lograr empatía con los huéspedes, adelantarse a sus deseos, ser atento pero jamás sumiso, servil, empalagoso. Valdivieso se destacó rápidamente por su eficiencia, su don de gentes, su empeño en resolver eventuales problemas, lidiar con huéspedes difíciles. Se remodeló el hotel. Recuerdo la época en que estaban juntos El Gourmet, La Fondue, el bar, pero con el mismo maître que aparecía por cualquier lugar dispuesto a dar lo mejor de sí.
Era la imagen de El Gourmet a tal punto que se decidió dar al salón reservado su nombre grabado en una placa. Desdichadamente, al ampliarse el restaurante desapareció el salón, también la placa. Epicuro protestó, pero tuvo que aceptar los cambios que impone la modernización.
Vasco Baselli, nuevo gerente del hotel, al organizar un coctel para despedir al maître abrió camino a los demás establecimientos. Una de las cualidades que aprecio en un ser humano es la gratitud. Hubiera podido realizarse una sencilla reunión con el personal del hotel, pero Vasco decidió dar a su agasajado las atenciones que normalmente se dan a un banquero, un ejecutivo de alto nivel, lo que recalcó el concejal Gino Molinari al entregar un diploma firmado por el alcalde de la ciudad.
Había notado anteriormente en Vasco una cualidad que muy pocos empresarios poseen a tan alto nivel: la autocrítica. El coctel, acompañado de vinos y espumantes, estuvo refinado. El acto se llevó a cabo en El Gourmet. Acudieron invitados importantes de la ciudad, lo que enaltece más aún la cortesía del gerente. Es cierto que cuando nos toque en febrero hacer la crítica de la nueva carta extrañaremos la presencia de Luis. Gracias a Dios no solamente fue el maître sino el maestro que formó una nueva generación de saloneros: deja como herencia un personal muy profesional.
“Recibir a nuestros amigos es encargarnos de su bienestar durante el tiempo que se hallen bajo nuestro techo”. No sé si fue Curnonsky o Brillat Savarin quien lo dijo, pero fue la línea de conducta que siguió Valdivieso. Él sabía recibir a los clientes fijos llamándolos por su apellido, bien sabemos que la palabra más dulce en cualquier idioma es el nombre de uno.
Lo que distingue a un maître es su discreción: “Ver sin mirar, oír solamente lo conveniente, estar doquiera sin moverse; la mirada es la que viaja, resuelve, se preocupa”, decía a mis alumnos en relaciones humanas.
Probablemente, a pesar de jubilarse, Valdivieso recibirá nuevas ofertas de trabajo. En realidad tenerlo a bordo es un lujo para cualquier restaurante. El chef puertorriqueño Antonio Pérez representa un futuro prometedor para el hotel, pero eso ya lo comentaremos al conocer sus originales propuestas.
Aconsejo establecer un posible menú gastronómico de precio fijo como lo tiene Zazou en Quito, sugiriendo el maridaje adecuado. Rindo homenaje a la dignidad y humildad de Luis Valdivieso, que recibió este reconocimiento con tanta sencillez. Mis respetos, Luis.