El Carré: Más allá de lo típico
“Es un buen lugar para ir en familia, todos los platos fueron generosos en sus porciones y aunque hay algunas cosas por mejorar, están recién en el proceso de adaptación inicial”.
Cada vez más hay emprendedores gastronómicos que apuestan por la cocina ecuatoriana para sus ideas de negocios. Hace pocas semanas en la av. Principal de Entre Ríos abrió El Carré, un lugar que se define como de comida típica casual de Guayaquil, aunque la verdad, el nombre no dice nada de la ciudad o sus
platos.
Tiene una decoración que mezcla lo moderno con industrial y rústico. Paredes altas de color blanco con pinturas de diseños abstractos por un lado y por el otro pizarras escritas con el menú. Una pantalla gigante proyecta videos musicales a un volumen moderado que no interrumpe la conversación. Del tumbado bajan a diferentes alturas lámparas redondas de color plateado, de donde salen unas puntas que iluminan el lugar. Deberían bajar la intensidad, para hacer más acogedor el salón.
Nos atendió José, un joven venezolano que conocía muy bien el menú, y nos recomendó inmediatamente empezar con una porción de empanadas de ají de gallina. Aunque un poco confundido, porque pensé que se trataba de un lugar de comida ecuatoriana, acepté la propuesta. Fueron diez unidades de buen tamaño y bastante relleno, muy buenas la verdad.
La carta es bien extensa y efectivamente la mayoría son platos ecuatorianos, como cebiches, cazuelas o bolones; también está el típico fideos con albahaca y carne que me recordó los almuerzos en casa cuando éramos chicos. Entre las sopas pedimos el caldillo de huevo, sorprendió porque era una crema de maíz con un huevo frito encima. Hay algunas formas de prepararlo, pero no es lo que esperábamos.
El plato creativo y rompe dieta fue el chicharroz, una generosa porción de arroz revuelto con salsa de soya, tocino, chicharrón, chancho desmenuzado y acompañado de maduros fritos bañados con miel. Era como el arroz con recortes que hacía mi madre, pero versión 2.0.
La recomendación y plato estrella del chef fue el carré de cerdo en salsa de la casa, aquí entendí finalmente por qué se llama así el restaurante. Son dos grandes medallones de carne que fue marinada tres días para luego pasar a una cocción lenta que la deja muy suave y jugosa. La salsa es como un gravy que se remoja en un arroz de pimientos verdes.
También pedimos llapingachos y fritada. El primero, un plato muy bueno y contundente, tres tortillas de papa, tres chorizos, dos huevos fritos y ensalada. Tal vez lo único que cambiaría es la salsa de maní, que para mi gusto debe ser más espesa. El segundo, no me convenció: los trozos de cerdo estaban secos y algo duros. Viene acompañado de mote, granos de choclo y maduro. Me hubiera gustado con chifles y sin salsa de maní que traía el fondo del plato.
Son tres las opciones de postre: pie de limón, arroz con leche (desgraciadamente no tenían en ese momento) y el Kouign amann relleno de frutos rojos o Nutella, con helado de vainilla, que fue el que finalmente compartimos. Me parece que a la masa hay que trabajarla más para que quede un poco hojaldrada y se pueda partir con facilidad.
Es un buen lugar para ir en familia, todos los platos fueron generosos en sus porciones y aunque hay algunas cosas por mejorar, están recién en el proceso de adaptación inicial. La cuenta con copa de vino, una cerveza nacional y bebidas soft, fue de $ 78, que es bastante razonable. (O)