El mal de Alzheimer y la familia
Cuidar a un familiar enfermo es una tarea que exige, aunque también produce, una alta dosis de dedicación, energía, responsabilidad y amor. Todos sabemos que en algún momento tendremos que desempeñar ese papel con nuestros mayores y, en cierta forma, nos vamos preparando en el tiempo para asumir su atención y protección. Cuando la aflicción es el mal de Alzheimer, sin embargo, los familiares deben tomar en cuenta las características especiales de esta enfermedad para poder sobrellevar el estrés físico y emocional que tendrán que enfrentar. El alzhéimer es una enfermedad degenerativa del tejido cerebral que gradualmente le irá disminuyendo al paciente sus funciones cognitivas (principalmente razonamiento lógico y memoria) hasta hacerlo totalmente dependiente de sus cuidadores, quienes irán presenciando impotentemente el deterioro físico, mental y conductual de su ser querido sin poder detener el avance de esta incurable enfermedad.
La magnitud del problema impide que una sola persona, por muy capaz y dispuesta que esté, pueda cumplir a cabalidad con todo lo que implica atender a un paciente cuyas necesidades irán siendo cada vez más exigentes y complejas. Se necesita a toda la familia cercana, de la cual debe pronunciarse un cuidador primario o central, idealmente en forma rotativa. Los demás deben asignarse una obligación complementaria, ya sea en tiempo, trabajo, recursos económicos, apoyo moral, o en lo que en determinadas situaciones se requiera. La parte más importante del trabajo en familia es la comunicación, el apoyo mutuo, sobre todo en lo emocional (prevenir la depresión, sentimientos de culpa, el agobio del estrés, en uno mismo y en los demás). Es una oportunidad única para dejar atrás rivalidades y resentimientos de antaño, que tanto tiempo y energía consumieron recursos que ahora son tan valiosos. Es una época que permitirá que cada uno contribuya, por propia iniciativa, con lo mejor de sí.
Aunque la situación desgasta la fortaleza (y a menudo la paciencia) de los cuidadores, no tiene por qué existir un clima de duelo. Todo lo contario; el humor, recordar vivencias positivas, celebrar fechas especiales junto al paciente, harán más ligera la carga. Además, estas experiencias afectivas tan positivas neutralizarán en mucho la parte dolorosa de la etapa final del ser querido.