El respeto no se exige... se merece
El respeto no puede ser exclusivamente para los superiores. Es una norma indispensable para tener relaciones armónicas con quienes nos rodean y por eso es una cualidad que debemos cultivar con esmero en la familia.
Todos necesitamos que nos respeten para sentirnos apreciados y valorados. No solo hay que respetar la ley, las normas de cortesía, los horarios, los reglamentos… sino que, ante todo hay que respetar a los demás, a los padres y a los abuelos, a los jóvenes y a los pequeños, a los conocidos y a los desconocidos y, en primer lugar, a los seres más queridos que suelen ser a quienes más nos atrevemos a irrespetar porque damos su amor por descontado.
Sin embargo, respetar a nuestros hijos, no significa tolerar sus desplantes ni sus faltas de educación, ni justificar sus errores, ni doblegarnos a todo lo que nos exigen aunque no se lo merezcan, ni otorgarles privilegios que no se han ganado, ni permitir que ignoren las normas de la convivencia en la familia.
Respetarlos es dejar que enfrenten las consecuencias de sus errores para que aprendan de ellos; es enseñarles lo que deben hacer, pero no hacerlo por ellos; es escuchar sus problemas pero no solucionárselos; es tratarlos con la misma cortesía con que tratamos a sus amigos y demandarles la misma decencia que esperamos de los demás. Y también es permitir que sufran las consecuencias de sus errores sin abogar para eximirlos de las sanciones que se merecen.
Sin embargo, el respeto no hay que demandarlo sino ante todo hay que merecerlo y modelarlo. Como padres, somos un ejemplo vivo de lo que queremos ver en nuestros hijos. Son nuestras conductas, actitudes y virtudes, y no el temor que les inculquemos, lo que nos hace merecedores del respeto de nuestros hijos. Para que los niños nos respeten no hace falta que los intimidemos ni que los amenacemos, sino que seamos dignos de su admiración porque nuestra conducta es impecable, porque decimos lo que hacemos y hacemos lo que decimos… y porque honramos lo que creemos.
La amabilidad con que tratemos a los demás y que les demostremos a nuestros seres queridos es lo que nos hará dignos de su respeto y admiración. Respetarnos es también lo mejor que les podemos enseñar con el ejemplo y lo mejor que podemos aportar al bienestar de nuestro hogar. (O)