Extraño mecanismo de defensa
Todos pensamos que somos sinceros con nosotros mismos, pero muchas veces nuestra mente nos engaña, convenciéndonos de que actuamos de una manera aparentemente lógica y justificada, cuando en verdad lo hacemos frente a una realidad que nuestra misma mente ha distorsionado para protegernos de la ansiedad y del estrés que esta implica. Esto sucede cuando no somos capaces de entender, manejar o aceptar ciertas situaciones. En estos casos, la mente emplea mecanismos de defensa que, funcionando a nivel inconsciente, alteran la realidad para evitar que nuestro ego sufra.
Existen varios de estos mecanismos, pero uno que es potencialmente peligroso es el denominado formación reactiva, mediante el cual detectamos y combatimos en los demás conductas, sentimientos y actitudes reprochables o vergonzosas que tememos que existan dentro de nosotros (y formamos una reacción o barrera para combatirlas fuera de nosotros). O, por temor a las consecuencias, actuamos ante los demás una manera exactamente opuesta a la que en realidad sentimos.
Es el caso del individuo con tendencias homosexuales inaceptables que se convierte en homofóbico radical. O del marido (o esposa) que no puede admitir que dejó de amar a su pareja y trata de combatir esta realidad llenándola de regalos y lisonjas. O de la persona que se siente llena de pecados y convierte su vida en una cruzada en pro de la moralidad, condenando a todo aquel que se desvía. O del adolescente que, temiendo ser rechazado por la persona que ama, le demuestra actitudes de desprecio.
Pero ¿cómo diferenciamos a esta persona de la que verdaderamente siente y expresa con sinceridad sus emociones y sentimientos? La persona sana manifiesta lo que hay en su interior de una manera sencilla, espontánea y fluida, en concordancia con el momento y las circunstancias. La persona afectada actúa con una exageración e intensidad innecesarias, llamando la atención por su compulsividad e inflexibilidad, como si en cada actuación obtuviera más evidencias a favor de su forma de pensar, rechazando cualquier otro punto de vista. Es una persona neurótica, resistente a la intervención terapéutica porque siente que su forma de vida le proporciona una sensación de seguridad, aunque esta sea muy frágil.