Colegios ‘masculinos’: Ellos aprenden de ellas
La coeducación no solo mejora el contacto social y familiar. También propicia la igualdad y la no discriminación.
María Sol Mantilla es de esas mujeres preocupadas por la preparación de sus hijos. Ella es madre de Valentina Torres, su única hija, de 7 años, que cursa el segundo grado de educación básica en la Unidad Educativa Salesiana Cristóbal Colón.
Ella decidió matricularla en esa institución por varias razones. La principal, porque la mayoría de sus primos estudiaron ahí. Además, porque cuando iba a las kermeses se emocionaba al ver que todos los estudiantes eran unidos.
También, porque hace quince años se educó en un colegio de monjas y desde que estaba en segundo año ya pensaba en que cuando tuviera hijos le encantaría matricularlos en este sitio, y que si fueran niñas, las pondría en una escuela mixta para que desde pequeñas conocieran el comportamiento de los niños.
Cuando María Sol se enteró que el Cristóbal Colón, luego de 100 años de educar solo a varones, se había convertido en el 2011 en mixto, no lo pensó dos veces. Al siguiente año matriculó a Valentina.
“Al inicio de clases me decía mami, ¡cámbiame de escuela, extraño a mis amigos! Pero poco a poco se fue adaptando. Ella se convirtió en poco tiempo en una niña muy estudiosa, desenvuelta, colaboradora e incluso valora mucho lo que tiene”.
En recreo, cuenta Valentina, mientras las niñas juegan a las muñecas, los niños se divierten con la pelota. Pero lo que sí comparten todos son los deportes como el fútbol, básquet, natación.
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La globalización
Para María Teresa Terán, vicerrectora dos de la sección primaria del colegio Cristóbal Colón y licenciada en Ciencias de la Educación, esta institución se convirtió en mixta porque la globalización pide de urgencia que tanto el sexo femenino como el masculino se relacionen y reciban la misma educación en igual ámbito.
La adaptación, agrega, les costó un poquito, y no precisamente por los alumnos, sino porque algunos padres de familia, que tenían matriculados a sus hijos en el colegio, querían que la institución continuara con la tradición: que fuera solo de varones.
Según Christian Armendáriz, rector de dicho colegio, la idea de la coeducación fue madurando con el padre Alfredo Espinoza. Él pensó que esta debía ocurrir en la institución, para esto se realizaron estudios de aceptación. Esto sucedió dos años antes de que el colegio cumpliera cien años de creación.
La coeducación, agrega, es integral y apoya la igualdad de género. Por eso creyeron que era una responsabilidad darles a las niñas la oportunidad de recibir el mismo trato que les dan a los alumnos en educación y valores.
Luego, agrega, se entró a la fase de preparación para los maestros y maestras, en el aspecto humano y metodológico, para que puedan recibir a las niñas en la escuela. “Se empezó con primero de básica, este año habrá tercero y existe la posibilidad para un cuarto y octavo”.
Mejor el contacto social
La coeducación también mejora el contacto social entre niños y niñas. Según Jenny Alvarado Pozo, presidenta del Colegio de Psicólogos Educativos, ambos aprenden a convivir en el mismo espacio. De tal manera que las mujeres conocerán los valores importantes que tienen los hombres y viceversa.
“Las mujeres por naturaleza siempre son un poco más educadas, delicadas, observadoras y cuidadosas con sus pertenencias e incluso en sus hábitos de estudio; en cambio, los varones son más descuidados en algunos aspectos. Entonces, ellos al observarlas aprenden los buenos hábitos de ellas”.
La educación mixta, además, permite que las niñas aprendan actividades deportivas relacionadas con los niños. Antes solo jugaban a las muñecas, por lo que no existía esa interacción entre ambos sexos. Pero ahora ponen más en práctica la motricidad gruesa que les permite tener mayor agilidad. Por ejemplo, al jugar fútbol consiguen saltar, correr, brincar, revolcarse, patear.
La psicóloga educativa Toyi de Jácome concuerda con Alvarado. Explica que la coeducación no solo significa educación mixta, sino enseñar a los niños y niñas a sentirse bien con lo que desean hacer.
También busca propiciar una educación igualitaria, sin discriminación, dejando atrás viejos patrones de que hay actitudes y roles de hombres o de mujeres, sino que se debe fomentar un nuevo estilo de vida, sin divisiones, en un mundo heterogéneo, pero también más igualitario en relación con las oportunidades.
Otra ventaja de que haya niñas en un colegio masculino, dice Alvarado, es que la presencia de ellas corta el trato descomedido de los varones, ya que se autocontrolan y no son bruscos en sus juegos para no golpearlas. Por eso, asegura, hay menos violencia y agresión. Asimismo, disminuyen las malas palabras que los alumnos acostumbran a decir entre ellos.
Normalmente, dice la psicóloga clínica Linda Coronel de Arias, los varones tienen un temperamento un poco más fuerte y son inquietos por naturaleza, lo que da como resultado que sean más indisciplinados y que causen frecuentemente peleas y discusiones con sus compañeros. Aunque, agrega, hay que reconocer que no todos son así, porque esto tiene que ver mucho con las normas de conducta impartidas dentro del hogar.
“Entonces la coeducación, fundamentalmente, ayuda a los niños y niñas en su formación integral. Ambos descubren sus diferencias no solo de sexo, sino de roles, de fuerza física, de emotividad y de comportamiento”.
Estos conocimientos, dice, son imprescindibles y los capacitan para el establecimiento de buenas relaciones en su entorno familiar, social y laboral en la adultez. Asimismo, se dan cuenta de que hay similitudes como el deseo de estudiar, el de pertenencia a un grupo, el de alcanzar metas, y modelos de conducta útiles para su vida.
También, dice Alvarado, la presencia de las niñas en un colegio de niños, por ser más tiernas, sirve para que ellos aprendan a expresar sus emociones y digan lo que sienten, ya que generalmente tienden a guardárselas. Por eso es que existen adultos varones que no expresan sus emociones, siendo una de las quejas más frecuentes de las mujeres: no son demostrativos ni detallistas.
“Anteriormente, las niñas no estaban acostumbradas a la presencia de los varones, pero es muy bueno para ellas porque aprenden a conocer la mente de los chicos, cómo actúan, cómo hablan, cómo piensan. De tal manera que en su vida futura, personal o profesional, ya sepan manejarse con el sexo opuesto”.
En este sentido, la maestra de colegio Sara de Ramos concuerda con Alvarado. La educación mixta no solo ayuda a las niñas, sino a los niños. Ella lo experimentó con su hija Angie, de 16.
“Ella estudió la primaria en el colegio mixto religioso Sagrados Corazones y estaba acostumbrada a interactuar con sus compañeros. Pero debido a que tuvimos que cambiarnos de casa a un sitio muy lejano la retiré. La matriculé en un colegio religioso solo femenino cerca de donde vivimos, pero ella se sintió muy incómoda, le hacían falta sus amigos”.
Posteriormente, agrega, decidió cambiar a Angie al San José La Salle (ver foto). Actualmente está en primero de bachillerato. “Ella tiene una personalidad definida, sabe comportarse como tal y ha aprendido a conocer cómo piensan los varones, si se sienten solos o lo que ellos necesitan. Incluso, la relación de amistad y compañerismo la ha ayudado a madurar”.
Resistencia al cambio
Actualmente, también hay padres que temen matricular a sus hijas en un colegio masculino. Pero el psicólogo clínico Jorge Luis Escobar explica que el miedo es algo que existe en el sistema social en el que vivimos y la resistencia al cambio que este permite hace que muchos padres y madres aún no logren romper los mitos de la educación heterogénea, mixta o coeducación, como se la denomina.
Sin una medición exacta, agrega, no se podría afirmar que solo son los padres los que manifiestan el temor de permitir que sus hijas se eduquen en un colegio en donde exista una mayoría masculina. También se da la situación en el caso de los colegios de mayoría femenina, donde hay la presencia minoritaria de hijos de madres y padres que aún no se adaptan al nuevo proceso educativo propuesto e impuesto.
Esto, dice, podría obedecer a más del miedo a factores del sistema de creencias y al respeto a las aparentes libertades de las que goza el ser humano, el tener derecho a elegir si sus hijos e hijas se educan en un colegio de educación mixta o en un plantel que sea exclusivamente masculino o femenino, sin el afán discriminatorio, sino desde la visión estandarizante, que aun en el modelo actual mixto se mantiene.
“Es en la estandarización que lo individual se minimiza, cuando la idea de la propuesta humanista es permitir que las niñas y niños descubran su esencia única para permitirse el autorrespeto y el respeto a los demás desde sus diferencias y no desde las aparentes igualdades”.
Por último, dice, hay un grupo de padres que conocen lo importante del interaccionar entre hombres y mujeres. Por eso ya han decidido poner a sus hijas en colegios que tradicionalmente fueron masculinos, porque están en el proceso de cambio social y cada uno tendrá su razón personal.
Preparación del maestro
Los profesores que han trabajado solo en colegios masculinos también necesitan de preparación especial para educar a las alumnas. Según Toyi de Jácome, este aprendizaje es integral, donde se debe abarcar todas las áreas del ser. Conocer desde las características propias de ellas hasta cómo actúan, piensan y sienten. Incluso, fomentar el respeto a nivel general. Y con relación a lo académico, no varía puesto que cada plantel tiene unas normas generales, sin excepción de persona o género.
Para Jorge Luis Escobar se debe educar en la igualdad desde las diferencias, aprender a amarse y amar a los demás en la misma magnitud. A eso conduce una educación heterogénea, muy compleja como la misma complejidad humana. “De ahí que el reto mayor es para quienes cumplen el rol de educadores internos y externos que se verán obligados a transformar sus modelos aprendidos desde lo homogéneo y sistemático de una educación estandarizada y estandarizante”.