La ley del efecto y la delincuencia
Es un principio básico de la psicología conductista: los eventos que ocurren como consecuencia de una acción determinan la probabilidad de que dicha conducta se repita y eventualmente se aprenda. Puesto de una manera sencilla, si a una conducta específica (por ej., el niño que exige que le compren el juguete de la vitrina) le sigue una consecuencia positiva para él (la madre complaciente se lo compra), se crea en la mente del niño una asociación de causa-efecto (“quiero el juguete” = “obtengo el juguete”) que usualmente se generaliza (“quiero ver TV” = “veo TV”, “quiero acostarme más tarde”, etc.). Cuando los padres se den cuenta, el niño habrá aprendido a esperar a que sus deseos sean satisfechos inmediatamente. Estas conductas inapropiadas se consolidarán (se aprenderán) porque los padres las premiaron (reforzaron) cada vez que el niño las expresó. De esta misma forma el niño aprenderá a mentir, decir malas palabras, robar, etcétera, si al hacerlo obtiene un beneficio y ningún riesgo de castigo.
Traslademos este esquema de aprendizaje a un ambiente ilegal, por ejemplo, la compraventa de productos robados. La secuencia de eventos es la siguiente: alguien roba algo y lo vende al “cachinero”, recibiendo dinero (refuerzo); este a su vez lo vende y obtiene un poco más de dinero (refuerzo) de parte del comprador, quien obtiene un objeto a menor costo que en el mercado, ahorrándose la diferencia (beneficiándose), lo que también refuerza su conducta. En este ejemplo hay tres conductas ilegales (robar, comprar y vender objetos robados) que se refuerzan y aprenden porque casi todos los involucrados se benefician prácticamente sin riesgo. Y digo “casi” porque existe un perjudicado: el ciudadano al que le robaron el objeto. Pero, irónicamente, es el mismo ciudadano quien, al comprar un objeto robado, estimula que esta cadena de eventos ilegales se repita y aun se generalice a otras áreas, como la “piratería”. Sin realmente darnos cuenta estamos contribuyendo a nuestro perjuicio.
Dadas las condiciones en que vivimos no es mucho lo que podemos hacer para evitar que nos roben, pero si dejamos de comprar lo que nos roban por lo menos les quitaremos el principal incentivo.