La violencia doméstica y los hijos
También llamado violencia de pareja, este término define el uso de la intimidación, la amenaza o la agresión de parte de una persona para controlar a otra en el contexto de una relación. Cualquiera que sea la causa, en su inmensa mayoría el abuso proviene del hombre hacia la mujer, y se presenta en todos los niveles socioeconómicos. El daño principal es emocional, pero muchas veces llega al nivel físico. Las repercusiones del maltrato conyugal afectan la psicología de los niños de la pareja de tal manera que sus personalidades pueden alterarse y deformarse, impidiendo su normal desarrollo y limitando sus posibilidades de enfrentar con éxito los desafíos que la vida les imponga.
Dependiendo de la edad (más pequeño, más daño), el hijo varón tiende a exteriorizar su afectación volviéndose agresivo, aun hacia su madre, aprendiendo que cualquier problema se resolverá por medio de la violencia y pegando primero. Su mente es un caldo de cultivo para un futuro bully u otro marido abusivo, entre otros problemas. En su mente también se irá almacenando un grave resentimiento hacia el padre, mezclado con sentimientos de culpa por no poder defender a su madre. La niña tiende a interiorizar su sufrimiento, inclinándose más hacia la depresión y aislamiento (también sucede en los niños cuando la violencia vivida es abrumadora), y, en línea con lo vivido a través de su madre, desarrollará una actitud sumisa, muy atractiva para futuros abusadores (extraoficialmente se dice que cuando existe un padre anormal, no llama la atención que la hija termine con un marido similar).
A partir de la preadolescencia los niños son vulnerables a influencias perjudiciales provenientes del ambiente social (alcohol, drogas, sexo, delincuencia) directamente o en la red, en la cual a menudo encuentran refugio al estrés familiar. Como no sienten confianza en sus padres, no tendrán el contrapeso moral necesario para evaluar sus opciones, quedando en riesgo de sufrir daños aún mayores.
El tema es de tan grave trascendencia que los padres en este tipo de conflicto deben mirar más allá de su relación patológica y tratar de proteger el bienestar emocional de sus hijos dependientes. La terapia individual, y de pareja, es el primer paso imperativo en esta dirección.