Distintas religiones: Esperanza y perdón
“Jesús mío, ya no nos haces falta. Ya somos capaces de conseguir que los agresores paguen por sus ofensas. Ya somos capaces de vengarnos con nuestras propias manos y de administrar el Bien y el Mal”.
Guardando la energía que resta
Dos rabinos intentan, como les es posible, reconfortar espiritualmente a los judíos de la Alemania nazi. Durante dos años, aunque muertos de miedo, engañan a la Gestapo –la temible policía de Adolf Hitler– y realizan oficios religiosos en varias comunidades. Finalmente, son descubiertos y detenidos. Uno de los rabinos, aterrorizado con lo que puede ocurrir de ahí en adelante, no para de rezar. El otro, por el contrario, se pasa el día durmiendo.
–¿Por qué actúas así? –le pregunta el rabino asustado.
–Para guardar fuerzas. Sé que las voy a necesitar de ahora en adelante.
–¿Pero no tienes miedo? ¿No sabes lo que nos puede ocurrir?
–Yo estaba en pánico, hasta que nos detuvieron. Ahora que estoy en esta celda, ¿de qué sirve temer lo que ya ha ocurrido? El tiempo del miedo ha terminado; ahora empieza el tiempo de la esperanza.
No nos haces falta
Los novicios del monasterio de Sceta presenciaron, cierta tarde, cómo un monje ofendía a otro. El superior del monasterio, el abad Sisois, le pidió al monje ofendido que perdonase a su agresor.
–De ninguna manera –fue su respuesta–. Él va a tener que pagar por lo que ha hecho.
En aquel instante, el abad Sisois levantó los brazos al cielo y empezó a rezar:
–Jesús mío, ya no nos haces falta. Ya somos capaces de conseguir que los agresores paguen por sus ofensas. Ya somos capaces de vengarnos con nuestras propias manos y de administrar el Bien y el Mal. Por lo tanto, Señor, puedes alejarte de nosotros sin preocuparte.
Avergonzado, el monje agredido perdonó inmediatamente a su hermano.
Pensando en las generaciones futuras
De joven, Abin-Alsar escuchó una conversación de su padre con un derviche.
–Ten cuidado con tus obras –dijo el derviche–. Piensa en cómo estas pueden afectar a las generaciones futuras.
–¿Qué tengo que ver yo con las generaciones futuras? –respondió el padre–. Nunca voy a conocerlas; cuando yo muera, todo habrá acabado, y no me importa lo que dirán mis descendientes.
Abin-Alsar nunca olvidó esta conversación. Durante toda su vida se esforzó en hacer el bien, ayudar a la gente y hacer su trabajo con entusiasmo.
Se convirtió en una persona conocida por su preocupación por los demás; al morir, había dejado un gran número de obras, que mejoraron considerablemente el nivel de vida de su ciudad.
En su túmulo, ordenó que grabasen el siguiente epitafio: “Una vida que acaba con la muerte, es una vida que no valió la pena”.
Proverbios del Islam
El amor es como una vela: el fuego la consume, pero una vela apagada es inútil. Hafis
Quien desea seguridad, mejor que se quede en la playa. Quien busca tesoros, debe adentrarse en el océano. Saadi de Xiras
Un buceador que solo piensa en tiburones, jamás tendrá perlas en sus manos. Saadi de Xiras