Entre el perdón y plegarias
“¿Hay algo más importante que la oración?”, le preguntó un discípulo a su maestro.
El maestro le dijo al discípulo que fuera a un árbol cercano y cortara una rama. El discípulo obedeció.
“¿Todavía está vivo el árbol?”, preguntó el maestro.
“Tan vivo como antes”.
‘Entonces ve allí y corta sus raíces’.
‘Si hago eso, el árbol morirá’.
“Las oraciones son las ramas de un árbol cuyas raíces se llaman fe”, dijo el maestro.
“La fe puede existir sin oración, pero la oración no puede existir sin la fe”.
Tomar la decisión de seguir la luz
El guerrero de la luz había empezado a creer que era mejor seguir la luz. Él ya había traicionado, dicho mentiras, se había desviado de su camino, había cortejado a la oscuridad. Y todo continuó yendo bien, como si nada hubiera pasado. Ahora él quiere cambiar sus actitudes.
Al tomar esta decisión, escucha cuatro comentarios: “Siempre actuó incorrectamente. Eres demasiado viejo para cambiar. No eres bueno. No lo mereces”.
Mira hacia el cielo y una voz dice: “Bueno, todos han cometido errores. Estás perdonado, pero no puedo forzar este perdón. Decide por ti mismo”.
El verdadero guerrero de la luz acepta el perdón y luego toma algunas precauciones.
No quiero ofenderte
Solo entiendes el poder y la importancia del perdón si te han perdonado. La siguiente historia ilustra esto:
Durante una peregrinación a un lugar sagrado, un hombre santo comenzó a sentir la presencia de Dios. En medio de un trance, se arrodilló, escondió su rostro y oró: “Señor, solo pido una cosa en la vida: que me concedan la gracia de nunca ofenderte”.
“No puedo otorgarte esa gracia”, respondió el Todopoderoso. Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte. Si no necesito perdonarte, pronto también te olvidarás de la importancia de la misericordia para con los demás.
“Entonces sigue tu camino con amor y permíteme conceder perdón de vez en cuando para que no te olvides de esa virtud también”. (O)
