Un diario inexistente: ¿Ángeles o demonios?

Por Paulo Coelho
06 de Abril de 2014

San Miguel mata al dragón, Josse Lieferinxe (1493-1508).“Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. El demonio alimenta esta conversación, procurando mostrarnos lo débiles e injustamente tratados que somos. El ángel nos hace reflexionar sobre nuestras actitudes”.

No puedo entrar

Cerca de Olite, en España, existe un castillo en ruinas. Decido visitarlo, y cuando ya estoy en frente de él, un señor en la puerta me dice:

—No puede entrar.

Mi intuición me dice que el señor me está prohibiendo el paso apenas por el placer de prohibir. Le explico que vengo de lejos, intento darle una propina, ser simpático, digo que aquello es un castillo en ruinas, de repente, entrar en aquel castillo se ha convertido en algo muy importante para mí.

—No puede entrar –repite el señor.

Me resta apenas una alternativa: avanzar, y ver si me impide el paso haciendo uso de la fuerza física. Me dirijo a la puerta. Él me mira, pero no hace nada.

Cuando salgo, dos turistas se aproximan y entran. El viejo no intenta impedírselo. Siento que, gracias a mi resistencia, el señor ha decidido dejar de crear reglas absurdas. A veces, el mundo nos pide que luchemos por cosas que no conocemos, por motivos que jamás vamos a descubrir.

Alas y raíces

“Bendito aquel que consigue dar a sus hijos alas y raíces”, dice un proverbio. Necesitamos las raíces: hay un lugar en el mundo donde venimos a nacer, aprendemos una lengua, y descubrimos cómo nuestros antepasados superaban sus problemas. En un momento dado, pasamos a ser responsables de lo que le ocurra a este lugar.

Necesitamos las alas. Ellas nos muestran los horizontes sin fin de la imaginación, nos llevan hasta nuestros sueños, nos conducen a lugares distantes. Son las alas las que nos permiten conocer las raíces de nuestros semejantes, y aprender con ellos.

Bendito quien tiene alas y raíces; y pobre de quien tiene apenas unas u otras.

El diálogo egoísta

Una cosa es escuchar nuestro corazón, y otra quedarnos constantemente conversando con nuestro yo interior, sin prestar atención a los demás.

Este diálogo egoísta muchas veces no nos deja dormir durante la noche y nos arrebata el placer de momentos importantes del día. Nos quejamos en silencio de personas que no actuaron correctamente, de cosas que no ocurrieron como queríamos, de actitudes equivocadas que adoptamos.

Dentro de cada uno de nosotros existe un ángel y un demonio, y sus voces son muy parecidas. El demonio alimenta esta conversación, procurando mostrarnos lo débiles e injustamente tratados que somos. El ángel nos hace reflexionar sobre nuestras actitudes, pero, generalmente, está intentando silenciar esta voz interna.

Él sabe que para descubrir nuestro verdadero camino tenemos que conversar con el prójimo. Nuestro ángel suele usar a menudo la voz de otras personas para darnos sus recados.

Cuando el discípulo está listo

Dice un viejo proverbio mágico: cuando el discípulo está listo, el maestro aparece.

Pensando en esto, muchas personas se pasan la vida entera preparándose para este encuentro. Cuando se cruzan con el maestro, se entregan completamente –durante días, meses o años. Pero acaban descubriendo que el maestro no es el ser perfecto que habían imaginado, sino un hombre como los demás, cuya única función es compartir aquello que aprendió.

Al verse frente a una persona con sus propios defectos, el discípulo se siente estafado. Llega entonces la desesperación y el deseo de abandonar la búsqueda, cuando, en realidad, es así como tiene que ser, es justamente el cambio de maestros lo que nos hace libres para crear nuestro propio camino.

A Edenilton Lampião se le ocurrió una versión mucho mejor para dicho proverbio mágico: cuando el discípulo está listo, el maestro desaparece.

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