Cardio-oncología, subespecialidad médica
Esta subespecialidad reúne a oncólogos y cardiólogos empeñados en salvar a los sobrevivientes del tratamiento del cáncer. Ellos hacen énfasis en la comunicación.
El diagnóstico y el tratamiento precoz del cáncer han aumentado de manera significativa la supervivencia de los pacientes, pero a medida que ese tiempo de vida se extiende, se han hecho evidentes los efectos de la quimioterapia y la radiación en el sistema cardiovascular, a mediano y largo plazo. Hay mayor riesgo si la persona tiene una condición cardiaca previa.
El cardiólogo mexicano Jorge Flores, quien atiende en el hospital Holy Cross en Fort Lauderdale, Florida, explica que “al momento hay aproximadamente 11 millones de sobrevivientes de cáncer en Estados Unidos, y en los últimos 25 años la supervivencia a la enfermedad ha aumentado significativamente. Esto se debe a que el tratamiento oncológico es cada vez más efectivo, y esa efectividad proviene de drogas que son tóxicas para las células cancerosas, pero que también producen daño y muerte de células sanas”.
Así, los sobrevivientes no mueren de cáncer, precisa Flores, sino de enfermedad cardiovascular. Esto ha llamado la atención desde hace décadas, y ha llevado a la formación de clínicas en ese país, con el liderazgo de instituciones como las clínicas Mayo y Cleveland, con un enfoque multidisciplinario”.
Para 2022 la cifra de personas que habrán superado el cáncer en Norteamérica será de 20 millones, y de ellos 5 millones habrán recibido medicamentos tóxicos para el corazón; probablemente 500 mil habrán desarrollado problemas cardiacos, expone el cardiólogo Vicente Villacreses, quien al igual que Flores disertó sobre este tema en el Congreso Ecuatoriano de Cardiología, que se realizó en octubre de este año en Quito. “Este no es un problema despreciable. Existe y necesita atención y seguimiento”.
¿Qué tienen en común?
Los problemas vasculares y el cáncer comparten factores de riesgo: obesidad, sedentarismo, cigarrillo, hipertensión, diabetes tipo 2 y mala alimentación, explica Villacreses. A más de eso, están los efectos colaterales de los tratamientos que se utilizan para algunos tipos de cáncer (no todos), entre los que están: arritmia, aumento de la presión arterial y desarrollo de insuficiencia o debilitamiento de la función cardiaca, llamada en este caso miocardiopatía por cardiotoxicidad.
La Sociedad Española de Cardiología y la Fundación Española del Corazón mencionan también consecuencias como hipertensión, eventos trombóticos y enfermedad vascular periférica, y lo declararon un reto asistencial y de investigación durante el simposio internacional de cardio-oncología efectuado en junio de este año.
La nueva disciplina trabaja en prevención, estudio, manejo y monitoreo de quienes reciben medicamentos para problemas de cáncer, para que en forma paralela puedan recibir terapia cardiaca que mitigue daños y disfunciones. En el hospital Holy Cross hay, desde el 2013, una clínica cardio-oncológica, dice Flores, y muchas de las instituciones de oncología tienen unidades de esta subespecialidad.
“Es una rama que se está desarrollando y en Ecuador estamos trabajando en ello”, considera Villacreses. Aún no hay capacitación formal en el país, pero afirma que se tiene conocimiento suficiente para hacer seguimiento a los pacientes.
Cáncer del corazón
Los tumores que afectan al corazón son de dos tipos, los mixomas, que son los más frecuentes y son benignos, y los mesoteliomas, malignos pero muy raros. “Tengo más de 13 años trabajando en Cardiología en el hospital oncológico de Solca en Portoviejo, y en este tiempo jamás he visto un caso de tumor maligno del corazón”, afirma Villacreses. Los casos benignos solo reciben tratamiento cardiológico.
Tratamientos de cuidado
Se han identificado varios grupos de medicinas cardiotóxicas, entre las que están las antraciclinas (como la doxorrubicina, asociada con falla cardiaca y trastornos del ritmo cardiaco) y los anticuerpos monoclonales, dirigidos hacia enzimas específicas. En este último grupo está bevacizumab (utilizado para cáncer colorrectal, relacionado con isquemia cardiaca e hipertensión), trastuzumab (para cáncer de mama metastásico, relacionado con falla cardiaca), cetuximab (para cáncer de cabeza y cuello) y rituximab (para linfomas y leucemia).
“Muchos de los pacientes afectados han sido tratados en la niñez por linfomas”, detalla Flores. “Al llegar a la edad adulta, presentan actividad cardiaca deprimida. Hay tratamiento para eso, pero creemos que es posible trabajar en prevención, porque algunas de las medicinas tienen toxicidad irreversible, pero no todas”.
Mientras, unos fármacos causan daño a las células del miocardio, otros inhiben la reparación celular y también alteran la capacidad de la mitocondria de producir la enzima ATP y conduce a la muerte celular.
Otro efecto tóxico es el de la radiación. La mayoría de la gente que recibe radioterapia no desarrolla problemas del corazón después del tratamiento. Solo resultan afectadas las personas que reciben radiación en el área cercana al músculo cardiaco, a las arterias y al pericardio. “En casos de cáncer de mama, sobre todo en la mama izquierda, hay riesgo de sobrepasar el límite de radiación acumulativa”, dice Flores. Según la Fundación Británica del Corazón, el efecto de la radioterapia en el corazón puede no ser percibido hasta 10 o más años después de la exposición.
El programa preventivo debería comenzar junto con la quimioterapia, para limitar el efecto cardiotóxico directo. En las siguientes horas, días y semanas se observa al paciente para detectar toxicidad preclínica o disfunción ventricular izquierda. De haberlo, se hace tratamiento durante los siguientes meses para prevenir la falla cardiaca. En los años siguientes se puede tratar la falla cardiaca sintomática.
El monitoreo de los pacientes puede incluir un electrocardiograma, ecocardiograma, medición de marcadores enzimáticos, una ventriculografía isotópica (muestra si el corazón se esfuerza más en bombear sangre a causa de una o más arterias obstruidas), resonancia magnética nuclear y biopsia endomiocárdica y tratamiento farmacológico coadyuvante. (I)
Niños y ancianos
La edad del paciente incide. El riesgo es más alto para los adultos mayores. Los niños pequeños también son proclives a desarrollar una enfermedad cardiaca al llegar a la edad adulta.
Terapias hormonales
La Fundación Británica del Corazón afirma que algunas terapias hormonales para curar el cáncer de mama y de próstata podrían elevar el nivel de colesterol en la sangre y con él la posibilidad de desarrollar diabetes y problemas cardiacos.