‘Me convertí en una trabajólica’
Estaba harta de la vida. Cada vez que alguien se acercaba a mí diciéndome que se había comprado un carro, una casa, un vestido o cualquier propiedad u objeto que no tenía, me hacía sentir miserable.
Desde pequeña siempre soñaba tener todo aquello, sobre todo, cuando veía a mis amigos del barrio que tenían una bicicleta o un vestido nuevo.
La peor parte que pasé sintiéndome miserable fue cuando cumplí mis 15 años y mis padres apenas se acordaron que los cumplía. No me hicieron nada, no le dieron importancia. Por eso me propuse conseguir todo aquello cuando fuera grande.
Siempre trataba de buscarme novios que tuvieran posibilidades económicas, pero tal parece que mis ganas inmensas de atraparlos por esa causa me alejaban de mi verdadera felicidad. Siempre terminaba enamorándome de los más pobres y los dejaba. Llegué a sentirme miserable, mentirosa y falsa. Me deprimía constantemente y actuaba tan bien que lo ocultaba. Vivía en un infierno, hasta que decidí cambiar mi rumbo.
La táctica de lograr mi objetivo estaba equivocada. Comencé a estudiar con más dedicación para ver si por esta vía obtenía todo lo que había soñado, y así fue.
Conseguí trabajo y me convertí en una trabajólica. Mi primer sueldo me hizo sentir tan bien que mi depresión se me fue. Sin embargo, algo faltaba cambiar en mí y fue esa envidia que me había destruido por años. Nunca fui a un psicólogo, pero sí me sirvió leer las historias de otros por El Especialista y gracias a ello decidí cambiar.
Susan,
Guayaquil