Me liberé de los malos hábitos de mi marido
Es impresionante cómo la vida nos cambia. Cuando recién me casé vivía en un mundo de puras ilusiones, pensé que la familia de mi esposo se comportaría como la mía. A mí mis padres siempre me enseñaron buenos modales y a querer al prójimo a pesar de no contar con suficiente dinero.
El problema que se presentó en mi vida matrimonial fue terrible. Mi esposo tenía malas costumbres, dejaba las medias botadas, la jarra de beber agua afuera de la refrigeradora, y lo peor, que me motivó a escribirles, es que hace unas semanas leí en El Especialista una carta de alguien que no soportaba que suenen la boca y los platos a la hora de comer. Era el problema de mi esposo... No mastica, sino que se lleva a la boca mucha comida y habla con esta... Llegó un momento que ya no soporté estos malos modales, empecé a cuestionarme si mi amor es demasiado fuerte como para soportarlos. Y sinceramente no lo creo.
Cada vez que veo a mi esposo comer, sobre todo, en un lugar público me desespero y me avergüenzo. Le he hablado y no hace caso, cree que es broma. Yo no quiero tener hijos y que ellos adquieran esas malas costumbres. En vista de este inconveniente decidí darme un tiempo para meditar mi situación conyugal. Lo abandoné, le expliqué mis razones. Ahora estoy convencida de que los malos hábitos destruyen relaciones.
Quise compartir mi problema con los lectores para que hagan algo al respecto antes de que se casen. Parece una insignificancia pero es una realidad muy dura de tolerar, al menos en mi caso.