‘No aceptaba la realidad de la traición’
Me casé hace más de cuarenta años muy enamorada. Tuve tres hijos maravillosos, pero no conté con la suerte de que mi marido me fuera fiel. Siempre lo sospeché e interiormente me rehusaba a aceptar esa realidad. Mis propios hijos, en ocasiones, veían a su padre con la otra. Pasaba el tiempo y me consumía de dolor y de rabia por la traición. El ambiente de mi hogar se había tornado agresivo, de peleas constantes. Lo peor de todo era que mi pareja jamás tuvo la valentía de aceptar su engaño.
Él siempre me negaba que andaba con otras. Hasta que me di cuenta de que había pasado muchos años viviendo atormentada y que había desperdiciado mis años de juventud al lado de alguien que no me merecía. Por eso, hace tres años decidí que debía cambiar mi situación y que pese a tener 70 años de edad, al menos los últimos años que me queden de vida sería para vivir en paz y disfrutarlos con mis nietos. Me fui a una iglesia evangélica y aprendí que la felicidad uno se la hace. Me separé de mi marido, pero me uní a la palabra del Creador y ahora tengo paz.
Jazmín,
Guayaquil