Patrimonios marinos: Al cuidado de los océanos
“A bordo del Endeavour se comparte un objetivo común y todos están abiertos a aprender y a trabajar juntos para convertir una acción localizada en un evento global”
De vez en cuando surge la cínica en mi interior, que me hace dudar de los alcances de las organizaciones que se proclaman salvadoras del planeta. Sin embargo, entre el 27 y 31 de agosto, se ha renovado mi confianza al participar en la tercera conferencia de los manejadores de patrimonios marinos de la humanidad, de Unesco.
El barco donde trabajo, National Geographic Endeavour, sirve de sede alojando a representantes de los 49 sitios con esta nominación, y varios científicos y enviados de diversas ONG.
Escucho las exposiciones de aquellos hombres y mujeres que han dedicado sus vidas a salvaguardar su pedacito de mar en la tierra. Muchos son héroes desconocidos, como Angelique Garcellano, de los arrecifes de Tubbataha, en Filipinas, mejor conocida como Mama Ranger. Por la escasez de recursos para salarios de guardaparques, ella ha entrenado a los militares de la zona, enamorándolos primero del mar, enseñándoles a bucear. Muchos jamás habían escuchado la palabra conservación; hoy ayudan gustosos en patrullaje, censos de aves, etc., sin sueldo extra, porque han establecido una sincera conexión con la naturaleza.
Carlos Ramón Godínez-Reyes, de las islas y áreas protegidas del golfo de California, enfocó su atención en las mujeres de los pescadores. A la primera convocatoria para ayudar a limpiar las costas, el 70% de los asistentes fueron mujeres. Ellas querían salir a conocer sus islas, aburridas de quedarse en casa mientras sus esposos pescaban. Así comenzó el acercamiento. Luego se pasó a enfocar los problemas de la educación de sus hijos y hoy las mujeres son en gran parte quienes definen las políticas públicas a seguir. La gran lección aprendida por Carlos en el Golfo, y por muchos en los diferentes parques del mundo, es que la labor de conservación tiene que ver, primero, con la gente; los asistentes coinciden en que las soluciones deben salir de las comunidades. Como sostiene Kenneth Weith: “Nuestro trabajo es básicamente con la gente, porque los animales pueden cuidarse solos”.
Los representantes se conocen, intercambian técnicas y métodos, se crean nexos. Hay parques con muchos recursos económicos, como la actual reserva marina más grande del mundo, de nombre impronunciable: Papahanaumokuakea, o la gran barrera de coral de Australia. Y existen parques muy pobres, remotamente aislados, como Socotra en Yemen, las islas Phoenix en Kiribati o Rennell del este en las islas Salomón.
A bordo del Endeavour se comparte un objetivo común y todos están abiertos a aprender y a trabajar juntos para convertir una acción local en un evento global.
El gran anfitrión de esta conferencia, el Parque Nacional Galápagos, queda muy bien ante la Unesco y sus representantes. Se visitan islas, se hace buceo de superficie con tiburones, lobos e infinidad de peces, se es testigo de los programas de crianza y repatriación de tortugas terrestres, de la zonación, monitoreo y control de la reserva marina, de las regulaciones de los barcos de turismo. Escucho halagos a la gestión de manejo del Parque; en plena proa del barco, donde junto al islote Daphne, la Unesco otorga una medalla a su director, Walter Bustos.
Cómo permanecer escéptica ante la dedicación que observo en cada científico y representante a esta conferencia. Fanny Douvere, organizadora del evento, dijo: “Viajamos en el mismo bote (textualmente) y juntos somos más poderosos”. Estoy feliz de volver a creer y de estar (otra vez, textualmente) en el mismo barco. (O)