Se van los flamingos: Llegan los pájaros brujos
“Rábida, la pequeña isla rojiza al sur de San Salvador, ahora cuenta con un nuevo atractivo; ya no hay flamingos, pero queda en su lugar el pájaro brujo”
Si se le pregunta a un naturalista de hace veinte años sobre las posibles especies a encontrar en la isla de Rábida, incluirá lobos marinos y flamingos. Un guía del curso más reciente hablará de lobos, que nunca faltan, pero en lugar de flamingos mencionará al pájaro brujo.
Porque las situaciones cambian a lo largo del tiempo y por múltiples motivos. Puede ser que los flamingos eventualmente migraron a explorar distintas lagunas salobres; ¿o renunciaron a Rábida por cambio climático, o por impacto humano?
Cualquiera que sea la causa de su desaparición “temporal”, puedo asegurar que esta isla contaba con una pequeña población de flamingos entre los años 1992 y 1997. Hoy, en su lugar, el ave que armoniza con el color rojizo de los volcanes de escoria es el hermoso pájaro brujo.
¿Cuál será el motivo por el que esta especie de papamoscas decidiera residir en Rábida desde aproximadamente el 2012? Tal vez se deba a que en otros sitios existen demasiados problemas que amenazan su supervivencia (porque dudo que escogieran a Rábida únicamente por preferencias de color).
Las islas mayores, que justamente son las habitadas, están perdiendo de manera vertiginosa al pájaro brujo. En Santa Cruz, por ejemplo, según un estudio de J. Cotín et al de 2014-2015, solo se encontraron 4 nidos, ningún juvenil y apenas 20 territorios. Datos de la Estación Científica Charles Darwin y del Parque Nacional Galápagos catalogan al pájaro brujo como posiblemente extinto en San Cristóbal y Floreana.
En las islas habitadas existe mayor incidencia de la terrible mosca Philornis downsi, causante del poco éxito reproductivo de las aves terrestres en general. Además el declive acelerado de la población de papamoscas se da por la escasez de recursos de comida, enfermedades nuevas, aumento de depredadores introducidos, asociados al impacto humano.
Lo cierto es que cada vez es más raro encontrar papamoscas en Santa Cruz, y más común observarlo en la costa de la isla roja, Rábida.
Hemos avistado no solamente al macho, que luce de verdad como un brujo, con capucha negra y pecho intensamente bermellón, pero también a la hembra, de delicado amarillo en su parte frontal y con cabecita y espalda color café-oliva.
Rábida, la pequeña isla rojiza al sur de San Salvador, ahora cuenta con un nuevo atractivo; ya no hay flamingos, pero queda en su lugar el pájaro brujo.
Por otro lado, la población de flamingos en el archipiélago se mantiene relativamente estable, fluctuando de quinientos a mil individuos. Si bien han abandonado Rábida, todavía se los encuentra en Floreana, en Bainbridge, en las lagunas de Puerto Villamil, en Bachas y cerro Dragón. Aparentemente siguen con su patrón migratorio, explorando diferentes lagunas salobres donde se alimentan de un pequeño crustáceo conocido como artemia salina. Cuando la población de artemia disminuye, los flamingos simplemente buscan una nueva isla donde alimentarse.
En los últimos veinte años he notado varios cambios en la distribución y abundancia de la fauna galapagueña. El cambio es parte esencial de la vida en la tierra. Los individuos que se adaptan, sobreviven, y a lo largo del tiempo, gracias al cambio y a la selección natural, surgen nuevas especies y el planeta se enriquece con su diversidad. Lo triste es cuando en la ecuación interviene el ser humano, causando cambios acelerados y/o catastróficos. (O)