Ciudad de extravagancias
Cerca de París se ubica Ruan, un lugar donde los turistas establecen un contacto directo con la historia. A pesar de sus atractivos, es poco conocido.
Gustave Flaubert supuestamente una vez dijo que escribía sus novelas para que se asemejaran a un color en particular. “En Madame Bovary” declaró, “todo lo que pretendía era representar un tono especial, ese color de la mohosidad de la existencia de una cochinilla”. Bien podría haber logrado eso con su descripción del amor ilusorio en su novela. Pero Ruan, Francia, –lugar de nacimiento de Flaubert y el escenario de buena parte de Madame Bovary”– evoca un estado de ánimo totalmente diferente.
Tuve una sensación de ese estado de ánimo en una reciente visita a la capital histórica de Normandía. Después de un viaje en tren de 90 minutos desde París, mi familia y yo llegamos a Ruan con el deseo de explorarla. Dejamos nuestras maletas en nuestro alegre hotel, el Mercure Rouen Centre Cathédrale, en una habitación que miraba a la Catedral de Notre Dame de Rouen, también conocida como Catedral de Ruan. Una de las vistas más imponentes en Ruan, esta elevada y vistosa iglesia gótica con sus tallados de encaje no solo ha sido genialmente plasmada por Flaubert (con todo y un recorrido histórico ofrecido por un sacristán, un “guía eterno”, a Madame Bovary y su futuro amante) sino también por pintores tan dispares como Claude Monet y Roy Leichtenstein.
Ruan está a orillas del Siena, así que decidimos caminar a lo largo de las estrechas calles adoquinadas hacia el río. Mientras pasamos sin prisas por las hileras de casas con muros de entramado de madera, las cuales muestran una dulce inocencia, un acordeonista en la esquina y puestos que vendían macarones de colores, de inmediato quedé encantada.
Después de sentarnos para comer en La Place, un bar restaurante plagado de asiáticos, eché un vistazo al mapa para orientarme. Descubrí que, a través de la ventana del restaurante, estábamos viendo la Plaza del Mercado Antiguo, una pequeña área limitada a un lado por un estupendo mercado de alimentos con una sola mesa ubicada en un rincón que permite a seis personas lo bastante afortunadas para ganarla sentarse y disfrutar lo mucho que se ofrece, incluido foie gras de pato y petits choux con cangrejo. Al lado de este mercado, hay un edificio inesperadamente moderno con una gran cruz que se levanta frente a él. Esta marca el lugar donde Juana de Arco fue quemada en la hoguera por herejía en 1431.
Como Ruan resultó seriamente dañada en la Segunda Guerra Mundial y luego reconstruida, la ciudad ofrece una extraña, pero irresistible yuxtaposición de historia sacra y arquitectura moderna. Por ejemplo, la iglesia de Santa Juana de Arco, el edificio detrás de la cruz, fue diseñado en los años 70 por Louis Arretche para que semejara, en parte, las llamas que consumieron a la santa. Esta audaz estructura, completada en 1979, tiene un techo que se retuerce en el centro como si fuera atraído hacia el cielo por una fuerza centrífuga invisible. Rodeada como está por edificios medievales, luce un poco como una nave espacial que hubiera aterrizado en Ruan.
Dentro de la iglesia, sin embargo, es otra historia; y otra era. Al entrar, nos topamos con una pared que exhibe 13 vitrales del siglo XVI. Fueron rescatados en 1939 de la iglesia de San Vicente, que fue destruida cuando Ruan fue bombardeada en 1944. (Afortunadamente, estos paneles habían sido retirados y almacenados en otro lugar durante la guerra). La luz del sol se vierte gloriosamente a través de las ilustraciones bíblicas de los vitrales, trayendo las historias a la vida en vívidas tonalidades de rojo y azul marino y amarillo.
Juana de Arco es uno de los residentes notables del pasado más célebres de Ruan. El lugar donde fue amenazada con torturarla se llama ahora Torre Juana de Arco y puede ser recorrida toda la semana (excepto los martes). También hay en marcha planes para abrir un Centro de Visitantes Juana de Arco, albergado en el palacio del arzobispo.
Otros rincones
Cuando salimos de la iglesia, la tarde se había vuelto lluviosa. Pese a esta insinuación de una mohosidad de cochinilla que se apoderaba de mi día, perseveré, para ver un poco más por mí cuenta. Me detuve a comer un croissant de chocolate en La Tarte à Papa, una de las muchas pastelerías cuyos aromas flotaban en las calles.
Después tomé el camino de regreso a través del centro de la ciudad, pasando frente al llamativo Palais de Justice, la exsede del Parlamento en Normandía, y de regreso a la gran catedral. Exploré el interior del templo y descubrí que una de las torres es apodada la Torre de Mantequilla porque se dice que los ciudadanos que no deseaban renunciar a la mantequilla durante la Cuaresma podían comprar esta indulgencia donando dinero a la iglesia. En la oficina de turismo, al otro lado de la calle, me enteré del Museo de Flaubert y de Historia de la Medicina, una galería de diez habitaciones donde uno puede ver la habitación donde nació Flaubert, así como el hospital donde su padre trabajaba como cirujano. También es posible visitar el Pabellón Flaubert, una pequeña casa campestre en Canteleu, a unos 15 minutos de Ruan, donde Flaubert vivió y escribió durante 35 años.
La llovizna vespertina se había convertido en un aguacero a última hora de la tarde, así que me detuve a tomar un trago en el Hôtel de Bourgtheroulde, un hotel boutique instalado en una mansión del siglo XV. Adentro, los huéspedes bebían vino sobre sofás de cuero negro con brillantes paredes rojas a su alrededor. El largo bar al lado, iluminado desde adentro, parecía un gigantesco cubo de hielo. El piso era en gran medida transparente así que pude ver la piscina debajo, así como espiar a la pareja que descansaba al lado de la misma en batas de baño. Me sentí un poco como si hubiera entrado al set de The Bachelor (El soltero).
Al dirigirme de vuelta a mi hotel, una vez más encontré a la historia yuxtaponiéndose a la modernidad: En mi camino hacia el Gros-Horloge, o el Gran Reloj –un magnífico reloj astronómico construido en el siglo XIV y ubicado en un arco renacentista–, pasé frente a las parecer interminables tiendas que pueblan el centro de Ruan. Así que al dirigirse a visitar el campanario adyacente al Gros-Horloge, que contiene uno de los mecanismos de relojería más antiguos de Europa y ofrece una vista formidable de Ruan desde arriba, uno también puede seleccionar algunas cosas en lugares como H&M, Benetton y Esprit. Esta combinación podría haber enorgullecido al otrora residente de Ruan Marcel Duchamp; después de todo, él introdujo el orinal al mundo del arte. Duchamp está sepultado, junto con Flaubert, en el Cementerio de Ruan.
Al día siguiente, salí sola de nuevo mientras mi familia desayunaba en nuestro hotel. Visité la iglesia católica romana de Saint-Maclou, un impresionante edificio gótico que desafortunadamente estaba en gran medida cubierto por andamios durante mi visita, lo cual me llevó justo al este de nuestro hotel. Al hacerlo, me di cuenta de cómo Ruan se abre repentinamente y se expresa de nuevo, incluso a una o dos cuadras en otra dirección de Notre Dame.
Antes de regresar a París, llevé a mi hija, entonces de 2 años, a montarse en el antiguo carrusel de madera, con sus exquisitos animales pintados en miniatura, al lado de la iglesia de Santa Juana de Arco. Mientras girábamos, primero viendo un vibrante mercado de flores, luego los modernos restaurantes que rodean a la Plaza del Mercado Antiguo –un lugar que Flaubert mismo debe haber recorrido– luego la cruz que conmemora la muerte de Juana de Arco con el Siena en la distancia detrás de la misma, se sintió como si estuviéramos girando a través de los siglos, con el tiempo simultáneamente quedándose quieto y pasando rápidamente.