Gerardo Guevara: Maestro en Guayaquil
Estudió con la misma maestra que Philip Glass y Astor Piazzolla. El músico quiteño Gerardo Guevara ha escrito su nombre en la lista de los grandes compositores a nivel mundial.
La vida nos da sorpresas que en ocasiones tardamos en asimilar. Es el caso de encontrar al más importante de los compositores ecuatorianos académicos de la segunda mitad del siglo XX residiendo en Guayaquil.
Gerardo Guevara, cuyo nombre figura en las antologías mundiales como la figura más representativa de la evolución musical del Ecuador contemporáneo, nació en Quito, para más señas, en el Conservatorio de nuestra capital, donde laboraba su padre y el mundo de la música fue el espacio en el que su talento empezó a manifestarse desde la infancia hasta brillar en categoría de aplaudido intérprete del oboe y, posteriormente, en el campo de la composición musical en el que reconoce como su primera influencia al eminente músico, compositor y maestro Luis Humberto Salgado.
En busca de superación, el año 1957 decide viajar a Guayaquil, a fin de acercarse al músico húngaro Jorge Roberto Rayki, quien por ese tiempo dirigía el Conservatorio Nacional Antonio Neumane de esta ciudad e impartía el curso de Armonía Superior, asignatura indispensable para sus aspiraciones. Con Rayki penetra en el estudio de Béla Bártok y se acerca a la dirección con el montaje de Turandot.
En nuestra ciudad se vincula también al cuarteto de cuerdas dirigido por el violinista español José Barniol, realizando para esta agrupación sus primeros arreglos de música de cámara, inspirados en la música nacional, arreglos que luego multiplicaría para la orquesta sinfónica de Guayaquil y el coro del plantel. A fin de solventar sus estudios, consiguió la plaza de pianista acompañante en la academia de danzas españolas Dora Indart (Vélez y Quito). Por las noches amenizaba las veladas del antiguo hotel Crillón, tocando jazz y blues en unión de Armando el Pibe Aráuz.
Luego conoció a la danzarina norteamericana Grace Segall de Avilés, en cuya academia de danza moderna –primera de su género en el país–, también desempeñó el rol de pianista acompañante.
Primeros trabajos
Motivado por la maestra Segall, compuso la música del ballet Yaguarshungo, inspirado en nuestras raíces prehispánicas, cuyo estreno revolucionó todos los conceptos temáticos y coreográficos de la danza hasta entonces admitidos en el Ecuador y a raíz de esa espectacular realización, aplicó a una beca de la Unesco para seguir estudios de composición en París.
Dicha beca lo acercó a la célebre maestra Nadia Boulanger, reverenciada por alumnos de la jerarquía de Aaron Copland, Astor Piazzolla, Michel Legrand, Daniel Barenboim, entre los cuales, el nombre de Gerardo Guevara quedaría inscrito como el único ecuatoriano admitido por la legendaria figura, para quien, enseñar composición no era otra cosa que sacar del alma de cada artista todo su potencial creativo para fijar el estilo sin perder de vista la identidad de sus orígenes.
El resto eran estudios de orden técnico, sobre todo, profundo conocimiento de la armonía, la fuga, el contrapunto, etc.
Guevara recuerda a Nadia Boulanger como una artista de trato afable, casi maternal; generosa en la prodigalidad del conocimiento, perfeccionista en la exigencia de los resultados y un ser humano de calidad extraordinaria, gracias a cuya gentileza, la beca de un año se extendió a cinco, durante los cuales su aposento fue el ático de aquel departamento frecuentado por grandes intelectuales y artistas europeos, que la maestra le cedió para ayudarlo. En ese ambiente conoció a muchas celebridades, entre ellos, el consagrado violinista Yehudi Menuhin, a quien debió el alto honor de incluir su arreglo del himno religioso colonial Salve, salve gran señora, en el repertorio del festival de Bath, Inglaterra.
Después de una estancia de 13 años en Francia, retornó a su ciudad natal, dispuesto a cumplir la misión de formar nuevos músicos.
Fue director del Conservatorio de Quito por ocho años; director de la Orquesta Sinfónica Nacional, cinco años. Formó los coros de la Universidad de Quito y del Seguro Social, entre otros.
Más creaciones
Un problema de salud disminuyó el ritmo de su actividad, volcando su incansable afán al estudio de nuestras raíces culturales de donde extrae la esencia de la identidad musical ecuatoriana para incrementar el número de sus creaciones, entre las que figuran: música de cámara, sinfónica, coral, piezas para piano y canto, instrumentales y otras que pasan del centenar. Reconocido a los más altos niveles, el maestro Guevara ha sido objeto de innumerables homenajes y distinciones, incluido el premio nacional Eugenio Espejo. Por recomendación de sus facultativos, hace poco tiempo debió alejarse del frío y la altura para buscar alivio a sus dolencias en clima cálido y eligió volver a Guayaquil, ciudad donde formó su familia y de la cual guarda entrañables recuerdos de otro tiempo.
Sin embargo, cuando concurrió al Conservatorio Nacional Antonio Neumane, en compañía de su actual esposa, la distinguida soprano nacional María Jaramillo, para ponerse a las órdenes con miras a dictar seminarios gratuitos de composición y armonía, el director encargado del plantel estaba muy ocupado y no pudo recibirlo. Lo propio le ocurrió al visitar la Facultad de Artes en una de las universidades locales, donde la persona que lo atendió, quedó en comunicarle la cita que nunca le concedieron.
Son anécdotas que nos refiere con una sonrisa de generosa comprensión. Pero su deseo de trasmitir conocimientos a músicos jóvenes es tan grande, que en su propio departamento recibe alumnos para iniciarlos en el estudio de la composición musical, con igual entrega profesional y calidez humana que Nadia Boulanger hizo con él. Lo acompaña en esta misión María, su compañera en la música y la vida, intérprete y profesora del bel canto, graduada en los Estados Unidos, donde es miembro de la National Association of Teachers of Singers. Ella dicta clases maestras a los cantantes interesados en perfeccionar la técnica vocal. ¡Aplaudimos la suerte de tenerlos entre nosotros!
Nadia Boulanger (1887- 1979)
Compositora y directora francesa, considerada una de las maestras más influyentes de música en la historia.
Entre sus alumnos estuvieron importantes compositores del siglo XX como Philip Glass, Astor Piazolla, Michel Legrand, Quincy Jones y Aaron Copland. Nadia nació en París, en 1887 y la música ya venía en sus genes, pues era hija del compositor y pianista Ernest Boulanger. Su abuela fue la cantante Julie Boulanger.
Ingresó al Conservatorio de París a los 9 años, donde estudió órgano y composición. Entre otros maestros particulares que contribuyeron a su formación musical estuvieron los franceses Louis Vierne y Alexandre Guilmant. Sus compositores preferidos fueron Claude Debussy y Johann Sebastian Bach. Nadia dejó definitivamente la composición tras el fallecimiento de su hermana menor, Lili, en 1918.
Con el tiempo colaboró también en importantes academias como Juilliard School, The Royal College of Music y The Royal Academy of Music. También fue la primera mujer en dirigir destacadas orquestas. Entre estas, la Sinfónica de la BBC, la Orquesta Sinfónica de Boston, la Filarmónica de Nueva York y de Filadelfia.
En 1975 fue distinguida con la Medalla de Oro de la Academia de Bellas Artes de Francia. También en 1977 recibió la Orden del Imperio Británico.
Nadia admitía alumnos sin importar su procedencia con el único requisito de que tuvieran el verdadero deseo de aprender.
“Cualquiera que no presta atención a lo que hace, está desperdiciando su vida. Podría decir que la vida se acaba por la falta de atención, ya sea limpiando ventanas o al tratar de escribir una pieza maestra”, expresó entonces la artista. “Nada es mejor que la música, cuando nos hace perder la noción del tiempo, la música ha hecho más por nosotros de lo que podríamos esperar. Ha expandido los límites de nuestras tristes vidas. Ha elevado la dulzura de nuestras horas felices, eliminando las insignificancias que nos disminuyen”. Nunca se casó y con la edad fue perdiendo la vista y el oído, aunque se mantuvo activa hasta su deceso en 1979. Fue enterrada junto a su hermana en el cementerio de Montmartre.