Hora de mostrar su rostro
El actor español ya debutó en la televisión y en el teatro local. Aarón Navia continúa su trabajo creativo con mucho entusiasmo.
Hasta hace cuatro años, el talento del actor español Aarón Navia solo era visible al público a través de sus ideas y creatividad. A los 17 años viajó a Madrid para profesionalizarse como actor (también estudió Periodismo e hizo una maestría de actuación frente a la cámara), pero finalmente se dedicó a trabajar en la publicidad teatral (o teatro publicitario).
¿En qué consistía? “En utilizar los recursos teatrales para publicitar otra variedad de productos”, explica. “De repente, en una parada del metro aparecía una novia fugada de su boda y les pedía ayuda a los pasajeros, necesitaba un teléfono y resulta que el teléfono que quería era uno marca Nokia, ¡zas! ¡ya estaba!”. Entonces, Aarón era el encargado del guion, contratar los actores y de dirigirlos.
Pero, una vez en Sudamérica, decidió mostrar su rostro al público o pararse frente a la cámara (“yo soy un actor y decidí enfocarme en eso”). Aarón empezó en Buenos Aires y aquí en Guayaquil, donde reside actualmente, ya debutó en televisión en la telenovela Los hijos de Don Juan y este mes se presenta en la obra Asesinos seriales en Pop Up Teatro Café de Urdesa.
“Venir a Ecuador parecía, inicialmente, una idea extraña, porque no es conocido como un punto teatral o de cine pero, aquí está pasando un momento cultural muy interesante”, confiesa.
Y las oportunidades salieron a su encuentro. El año pasado obtuvo también el rol de Mercucio en la producción de Romeo y Julieta, dirigida por Jaime Tamariz, en el Teatro Sánchez Aguilar.
Microteatro Guayaquil
En Buenos Aires, Aarón trabajó (junto con otros actores) en una investigación sobre la performatividad de género. “Es decir, en cómo se construye el género desde el cuerpo. Es posible que yo, con mi cuerpo, siendo quien soy en mi vida diaria, pueda subirme al escenario e interpretar a una mujer, no a un hombre vestido de mujer, y viceversa”, explica. “Y de hecho esto tiene que ver mucho con lo que hice en Un hombre muerto a puntapiés”, dice el actor de 33 años al hablar de la pieza que presentó en junio en Microteatro Guayaquil (La Bota, Malecón del Salado).
En diciembre del año pasado, encontró la última edición del libro que incluye el conocido relato del autor ecuatoriano Pablo Palacio, ¡y se quedó atrapado! “Quería dar el salto a actuar y dirigir al mismo tiempo y estaba buscando un texto unipersonal”, recuerda. “Me lo leí cuatro o cinco veces y una voz interior empezó a decirme que allí había mucho de teatro”.
Un hombre muerto a puntapiés, microobra en la que Aarón demostró el control total de su cuerpo, voz, iluminación y espacio, se estrenó en la temporada inaugural de microteatro Guayaquil y, debido a su gran acogida, volverá a su cartelera en agosto.
“Lo que nos enseñan en la maestría de actuación para la cámara es a hacer todo el trabajo que aprendimos en la escuela de teatro, en chiquito”, dice. Y aunque en microteatro no hay una cámara, la proximidad del ojo del espectador con el actor lo hizo aplicar toda esa experiencia en este formato. “Yo quería hacer un espectáculo que respetase todo ese trabajo en chiquito y que, además, fuera autónomo. El microteatro no tiene que ser solo llevar lo que ya conocemos a menos espectadores, sino que requiere una forma de trabajo específica, que se convierta en algo en sí mismo y con una calidad artística propia”.
Como un próximo proyecto, en octubre (antes de Halloween) Aarón prevé presentar La dama de negro (espectáculo de West End de Londres y cuya película protagonizó Daniel Radcliffe), en la sala Zaruma del Teatro Sánchez Aguilar. (D. L.) (I)