Yves Klein: El hombre que inventó un color
Fue un artista, hombre del espectáculo e inventor que creó un tono que no existía. ¿Cómo pudo lograrlo?
Un día de verano en 1947, tres muchachos estaban sentados en una playa de Niza, en el sur de Francia. Para matar el tiempo, decidieron hacer un juego y repartir el mundo entre ellos. Uno eligió el reino animal, otro el reino de las plantas. Antes de tumbarse y contemplar el infinito azul del cielo, el tercero escogió el reino mineral.
Luego, con la alegría de alguien que ha decidido repentinamente el destino de su vida, se dirigió a sus amigos y anunció: “El cielo azul es mi primera obra de arte”.
Ese hombre era Yves Klein. En un periodo de creatividad prodigiosa que duró desde 1954 hasta su muerte en 1962, por un tercer ataque cardiaco, a los 34 años, Klein definió el curso del arte occidental.
Lo hizo gracias a su compromiso con el poder espiritualmente edificante del color: dorado, rosa, pero sobre todo azul. De hecho, su devoción cromática era tan profunda que en 1960 patentó un color de su invención, que llamó International Klein Blue (azul Klein internacional, en español).
Nacido en 1928, hijo de padres pintores, Klein siempre mostró una tendencia por la espectacularidad.
Se instaló en París y se dedicó al arte. Su primera exposición de pinturas monocromáticas en varios colores se llevó a cabo en las salas de exhibición de una casa editorial parisina en 1955. Tal vez su performance más notorio tuvo lugar en marzo de 1960, en la inauguración de su exposición Antropometrías de la Época Azul en París. En esa ocasión, Klein apareció ante el público vestido con un frac blanco, dirigiendo a tres modelos desnudas que se cubrían con una pintura azul pegajosa. A pesar de su influencia en el arte conceptual, Klein estaba más preocupado por el color.
En 1956 hizo experimentos con un aglutinante polimérico para preservar la luminiscencia y la textura en polvo de un pigmento ultramarino en crudo todavía inestable, su patentado International Klein Blue (IKB) en 1960.
En 1957 Klein inauguró una exposición en Milán, que incluía once pinturas monocromáticas azules sin enmarcar, que marcó el comienzo de su ‘Revolución Azul’.
A partir de este momento, el francés empezó a incorporar el IKB en todo tipo de objetos, como esponjas, globos y bustos de Venus. Incluso sus ‘pinceles vivientes’ sumergieron su carne en el IKB. Como el artista dijo una vez: “Al principio no hay nada, luego hay un profundo vacío y después de eso una profundidad azul”.
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