Mujeres
Antropófago es la persona que come carne humana. Lo sabemos todos. Lo confirma la Real Academia de la Lengua Española. De manera que la palabra antropofaguitas remite a mujercitas que tienen esta práctica. Si se dijera antropofagotas pensaría en mujerzotas. Pero ante el término antropofaguitas pienso, obviamente, en mujercitas.
Y decir mujercitas equivale a decir mujeres pequeñas, diminutas, inofensivas, correctitas. Aunque, pensándolo más, si se habla de antropofaguitas, la perspectiva cambia, porque estas mujercitas, es decir, las antropofaguitas, no son lo que se piensa son las mujercitas. Son distintas, sin pretender serlo (¿ellas degluten el mundo?).
Antropofaguitas es el primer libro de cuentos de Gabriela Ponce Padilla (Quito, 1977), escritora ecuatoriana que se estrena en la literatura con este volumen, que en 2013 ganó el Concurso Nacional de Proyectos para el Fomento y Circulación de las Artes, categoría Artes Literarias, impulsado por el Ministerio de Cultura.
Las protagonistas de los cuentos de Ponce viven, se arriesgan, sucumben, se enamoran, se desenamoran, buscan un lugar en el mundo. No lo encuentran. Lo vuelven a buscar. Se van. Retornan. Son mujeres contemporáneas. Y ahí están ellas, haciéndole un quiebre a todo, enfrentándolo de varios modos. Muchas veces con una cierta perversidad. Con un cierto desdén. O con una secreta angustia.
Un jurado, integrado por el cubano Eduardo Heras León, la argentina
Samanta Schweblin y el ecuatoriano Hans Behr Martínez declaró ganadora la obra de Ponce. Según los jueces, “los cuentos se destacan por un amplio empleo de los recursos técnicos de la narrativa en notable adecuación con los contenidos narrados y la caracterización de los personajes los convierte en verdaderos seres vivos en los que vemos reflejados una original visión de la realidad contemporánea”. Aunque el premio es de hace dos años, el libro, que contiene diez cuentos, fue presentado en 2015.
En varias de las narraciones se nota una cercanía con el lenguaje teatral y con la experimentación. Ensaya diversos registros de escritura. Son como retazos, como fragmentos dispersos que logran imponer una lógica, un orden. En todos los cuentos las protagonistas son mujeres que hablan desde su sensibilidad. Desde su ser mujer. Y desde una edad que no es la adolescencia, pero tampoco la vejez. Ninguna trata de ser supermujer. Son mujeres con incertidumbres, con cuerpos que se cansan, que se extenúan, que prueban a veces un cigarrillo, un trago, o una droga. Menstrúan, van al baño. Buscan autoexplorarse o exploran otros cuerpos. Una exploración que puede ser heterosexual u homosexual.
Aparecen en los relatos los recuerdos del padre, las vivencias con la madre, con las abuelas, con las amigas, con los amantes, con los esposos, la relación con los hermanos, con los hijos. La sensación de ahogo, el insomnio, los sueños y la muerte forman parte de la trama de estos relatos, que muestran a esta nueva narradora, quien da voz a otras voces. (O)
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