Con toque peruano: Aficionados al cangrejo
“A la Mar puede considerarse como un restaurante familiar que no busca llegar al toque sutilmente gourmet, sino casero”.
Diego Rey Carrera, peruano, proyecta la imagen de un hombre apasionado, bullen las ideas, brotan proyectos, él ama lo que hace, se siente a través de su contagioso entusiasmo. Pienso que el restaurante A la Mar es para él un peldaño para poder luego crear un sitio más formal, más sofisticado, probablemente con cocina de autor. Creo que podría alcanzar lo que no logró Gastón Acurio con Tanta. Desde el mismo inicio escribí que lo de Tanta era crónica de una muerte anunciada, lo mismo adelanté acerca de Blu.
Encontré en A la Mar lo que buenamente busca un aficionado a los cangrejos. No soy de los que martillan con alegría ni soy experto en sacar del carapacho la última fibra, prefiero una crema de cangrejo, una ensalada, un festival de manos gordas en aderezos diferentes, sean salsa tártara, de coco, albahaca, ajillo, gratinados. Más aún pienso que puede ser el plato fuerte ideal como el carapacho relleno.
El festival de manos gordas merece una presentación más ordenada, quizás una bandeja más ancha para que no luzca todo tan confundido. La langosta es la opción más cara, suelo comprar en el supermercado colas congeladas porque se prestan para una preparación rápida sin complicación, la relación con el precio es bastante buena. En cualquier país la langosta y el bogavante son platos caros y apreciados. El bogavante pertenece a una familia diferente, ostenta dos pinzas grandes las que no tiene la langosta y es de un color distinto.
No tengo nada que objetar a las distintas salsas que me sirvieron con las manos gordas: son fáciles de preparar, nada sofisticadas, más bien rústicas, la del coco se puede concebir con salsa blanca o con salsa crema (prefiero la segunda opción por ser más delicada).
A la Mar puede considerarse como un restaurante familiar que no busca llegar al toque sutilmente gourmet, sino casero; dispone de dos pisos amplios, se beneficia con la seguridad que ofrece Plaza Orellana.
La carta ofrece especialidades que uno espera encontrar: cebiches de pescado, camarones, pulpo, concha, cangrejo ($ 10 a $ 13). Optarán por el cebiche limeño o ecuatoriano estribando la diferencia en tiempo y modo de marinada, muy corto en el caso del peruano, el uso exclusivo de jugo de limón, no aceite. La diferencia se nota en la textura.
La sopa de cangrejos con coco es rústica, con abundante carne del crustáceo, quizás prefieran ustedes un chupe de pescado, una parihuela. Hay tacu tacu de mariscos, camarones o langostinos (el tacu tacu utiliza fréjoles o lentejas como sucede con la menestra, puede acompañar un lomo saltado).
Recomiendo diversos piqueos si van en grupos, el cocolón a la mar, si van en pareja. Si les gusta martillar tendrán opción al cangrejo de tamaño regular o el jumbo. Los precios dependen de lo que ustedes seleccionen, pero el promedio oscila entre $ 10 y $ 20. Ciertos platos como el festival de manos gordas sube casi a $ 30, pero alcanza fácilmente para dos personas.
Casi nadie pide vino, pienso que, en efecto, la cerveza bien fría es indicada. Red Crab, de todos modos, sigue manteniendo el liderazgo.
A Diego Rey Carrera hay que seguirle la pista. Puede ofrecer mucho más y trabajar a un nivel más alto. A la Mar es un sitio algo que mantiene cierta tradición rústica que ofrece cierto encanto. (O)