Domingos antialcohol:¿Y mi copa de vino?
“Confieso que acompañar un bife chorizo con gaseosa de cualquier color, té con limón, cualquier otro bebistrajo, me parece una ofensa al paladar”.
Confieso que no termino de entender aquella ley o decreto que nos prohíbe en el restaurante consumir vino los domingos. Sé que es el día del Señor, pero Jesús en Caná cambió el agua en vino; a nosotros nos cambian de vino a agua.
Suelo hacer trampas y llevar en el bolsillo de mi chaqueta una media botella de tinto que voy consumiendo a escondidas como ladrón en feria. Me recuerda mis años mozos cuando iba al baño del colegio para fumar un Camel o un Lucky Strike. En realidad no veo la gracia tampoco de no poder adquirir en el supermercado la botella apetecida.
Un reciente paseo por barrios apartados me permitió averiguar que la gente sigue tomando sus cervezas (¡unas cuaaaaantas!) el aguardiente o afín con fe y alegría. ¿Entonces sería el vino, tinto, blanco, rosado o espumante el trago prohibido?
Que yo sepa los bebedores de vino no son candidatos a la borrachera y raras veces he visto pasarse de copas un aficionado a las buenas botellas. Confieso que acompañar un bife chorizo con gaseosa de cualquier color, té con limón, cualquier otro bebistrajo, me parece una ofensa al paladar. En cuanto al supermercado, puedo comprar mi reserva de tragos cualquier día de la semana para mandármelas al gargüero después de asistir a misa. Hablo del oficio litúrgico, pues debería prohibirse también al sacerdote consumir su dosis de vino en el momento del ofertorio.
Se vuelve el asunto más penoso si se piensa que se suele preferir el fin de semana para ir con la familia o los amigos a comer fuera. Entonces deberíamos cambiar nuestras costumbres con tal de echarnos al coleto o al gaznate un Casillero del Diablo. Con el diablo de por medio, beber vino el domingo se volvería un sacrilegio, un rito satánico. Cuando me fui donde Gabriele, en Montecristi, llevé una botella de Tannat uruguayo oscuro de sabor superlativo; tuve que preguntar si debíamos ocultarnos en la cocina o en el patio para poder sellar nuestra recién estrenada amistad.
Los simpáticos manabitas presentes miraron la botella de Tannat con la expresión de quienes esperan participar en un brindis colectivo, lo que no se pudo llevar a cabo por temor al eventual inspector a lo mejor disfrazado de sacerdote o de militar.
Pido ayuda, con absoluto respeto para derogar esta ley, a Lenin Moreno, con quien pude saborear una excelente botella. Bebí también un tinto orgullosamente nuestro, el Paradoja 2008 en compañía de Alberto Cortez, excelente catador, Jimmy Jairala, Galo Mora y nuestro presidente Rafael Correa en un almuerzo que se llevó a cabo un día de semana para no infringir la ley. Personalmente desconfío de quienes solo beben agua, me da pena cuando veo a un cliente acompañar un hígado de pato o un pollo cordon bleu con cualquier bebida negra cargada en saborizante.
Me sentí realmente molesto cuando se me ocurrió ir a comer cangrejo un día domingo y se me negó el acceso a la helada verde, la cerveza nuestra. Cangrejo sin cerveza es como locro sin papas ni cueritos, pisco sour sin limón, beso sin amor. Los que bebemos vino no somos candidatos a la ebriedad. Valdría prestar atención al Ministerio de Salud cuando nos dice que más de 40 personas han fallecido por consumir licores adulterados con metanol. Hubo 16 intoxicados en un velatorio, lo que parece indicar que no es aconsejable tampoco liar el petate o estirar la pata un fin de semana.