¿Por qué pagar tanto?: El costo de comer afuera

Por Epicuro
10 de Julio de 2016

¿Pero qué sucede en Ecuador?... Debería haber un precio-tope, no debería dispararse de tan insensata forma una planilla”.

Decoración Art Déco, de los años 1925 a 1930.

Encontré por casualidad la planilla que recibí en el restaurante La Coupole en París, pero déjenme primero contarles la historia de aquel lugar. Nació en 1927. Allí estuvieron los pintores Soutine, Picasso, Chirico, Matisse, el poeta Louis Aragon con su esposa Elsa; allí desayunaba el novelista Henry Miller;

Albert Camus festejó su premio Nobel en su mesa personal (la que llevaba el número 149), el presidente François Mitterrand en su última cena saboreó un plato de cordero en salsa curry, Joyce solo bebía whisky. Jean Paul Sartre era cliente fijo a tal punto que los mozos de La Coupole hicieron una haie d’honneur (eso significa que todos ellos debidamente uniformados se alinearon, se pusieron firmes cuando pasó rumbo al cementerio de Montparnasse el cortejo fúnebre del filosofo existencialista).

En aquel camposanto Sartre descansa junto a su compañera Simone de Beauvoir. Él y ella eran aficionados al chucrut de Alsacia con vino Riesling o Gewürtztraminer, fuagrás con Muscat de Rivesaltes.

Almorcé allí un día martes tratando de imaginar la presencia de todos aquellos ilustres personajes, sentí un infinito respeto por aquel lugar histórico. En el menú tuve que escoger entre varias opciones de entrada: foie gras con espuma de vino dulce, salmón ahumado con tartaletas de merluza, hubo seis opciones para el plato fuerte, preferí un steak al grill debidamente tierno servido con salsa de pimienta verde. El valor del menú fue de $ 30 por persona. Añadimos dos postres: crêpe Suzette, milhojas de vainilla por $ 8 c/u. Bebimos dos copas de vino Pinot Grigio ($ 18). El IVA fue de 10%. En total pagué $ 103,40, pero se trata de un lugar donde uno llega con legítima emoción, goza de un tremendo renombre.

¿Pero qué sucede en Ecuador? Puedo comprender que un bife de chorizo importado de Texas, Argentina, Uruguay, pueda resultar caro por ser ahora problemática la importación, pesados los aranceles, pero debería haber un precio-tope, no debería dispararse de tan insensata forma una planilla. Puedo comprender que ofrecer prosciutto legítimo de Parma, no de Canadá, es casi una aventura que exige grandes gastos, a veces incluso viajes en avión, por eso aceptamos pagar por aquellos auténticos manjares.

Lo mismo sucede con bogavantes importados vivos desde los Estados Unidos, lo que me parece una hazaña por el sumo cuidado que aquello supone para evitar que se dañen los productos, se mueran los bogavantes todo eso me cabe en la mente, pero ¿por qué debo pagar aquí $ 4,50 por una limonada?, ¿por qué me triplican a veces el precio de una botella de vino?, ¡por qué me facturan una salchicha importada de Polonia en más de $ 20!

Si puedo fácilmente calcular el precio de los ingredientes que observo en mi plato ¿por qué una cena con entrada, plato fuerte, postre y una botella de vino del más barato puede dispararse mucho más allá de los cien dólares para dos personas?

Toda carta de vinos debería proponer opciones razonables, pues tenemos en el mercado local vinos de buena calidad cuyo precio es inferior a los quince dólares. Que un restaurante de Quito o Guayaquil sea más caro que La Coupole me parece aberrante. (O)

epicuro44@gmail.com

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