Una dieta diferente: Buenos propósitos

Por Epicuro
24 de Abril de 2016

“¿Tendré la suficiente fuerza de voluntad para no caer en tentaciones? No lo sé, pero es la idea. Ignoro si esta dieta es equilibrada o no”.

Siempre me causó envidia constatar que muchas personas tienen un metabolismo tan regulado que pueden atiborrarse de chocolate, embutirse, empiparse con salsas cargadas de calorías; la balanza les anuncia un peso inmutable, mientras otros humanos engordan con tan solo husmear los vapores que salen de la cocina. Cuando rebasamos las doscientas libras, nuestra mente cavila acerca de una dieta milagrosa que podría hacernos perder unas veinte libras sin por eso morirnos de hambre.

La caminadora es una opción, pero resulta difícil de adoptar para la gente perezosa, grupo al que yo pertenezco. ¿Cómo resistir el antojo de un Magnum clásico de chocolate, un sándwich de pernil, una crema catalana, un chucrut con jamón y embutidos? Consultamos las tablas numéricas de calorías para enterarnos de que engorda todo lo que nos apetece mientras resultan inocentes las legumbres y muchas frutas.

Busqué un compromiso personal. Recordé que Sofía Loren publicó, hace muchos años, una dieta basada en fideos. La pasta en sí no engorda ni es hipercalórica, nos aporta hidratos de carbono complejos, aquellos que nos proporcionan energía a lo largo del día. Una ración de pasta de 70 gramos pesada en seco nos aporta 250 calorías. Lo que debemos evitar son las más sabrosas salsas, el uso de la mantequilla, no es aconsejable poner prosciutto o crema en los fetuccini, por más sabroso que sea.

Llegué a una solución razonable: capellini que se cuecen en dos minutos, una salsa simple de tomates con ajo hecha pronto en la licuadora, un dejo de aceite de oliva, sal y pimienta. Descubrí que podía hartarme de cebiche (corvina) mezclando cebolla picada, cilantro, jugo de limón, dándole vida con puntos rojos de pimiento y verdes de apio.

Decidí rebajar hasta perder veinte libras, empecé hace ocho días y ya perdí seis. Las porciones de pasta corresponden a una taza; para el cebiche no hay limitación. También disfruto de un buen steak de tamaño razonable evitando las deliciosas papas fritas o el arroz con coco que me desquicia. El pollo tiene que ser asado, sin aceite ni mantequilla.

El pescado se puede cocer en el horno rociándolo con algo de aceite de oliva, jugando con hierbas y especias, nada de arroz ni frejoles, de repente una menestra de lentejas. Las ensaladas pueden hacerse con lechuga, vinagreta con mostaza de Dijon, pedacitos de mozzarella, claras de huevo cocida. Ayudan mucho las semillas de chía que tienen, entre muchas virtudes, la de regular el azúcar en la sangre, proporcionar energía, dar una sensación de llenura que permite evitar el hambre.

Contrariamente a lo que se podría pensar por su aspecto, el caldo de patas tomado en cantidad razonable no es hipercalórico. Acepto seguir una dieta siempre y cuando me permita seguir siendo gourmet, cocinando yo mismo los diversos platos. Me doy “vacaciones” un día a la semana para cenar en algún restaurante midiendo de igual manera el aporte de calorías. Puede ser un bife de chorizo con una ensalada de lechuga, espárragos o champiñones.

El asunto de los postres resulta algo drástico: frutas de temporada, nada de cheesecake, cero chocolate, una porción pequeña de brie o de camembert (un triángulo) el yogur de dieta que ofrece Chivería.

¿Tendré la suficiente fuerza de voluntad para no caer en tentaciones? No lo sé, pero es la idea. Ignoro si esta dieta es equilibrada o no, si los dietistas me condenarán a la horca, pero me funciona. Con absoluta sinceridad les daré mi resultado final a fines de este mes. (O)

epicuro44@gmail.com

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