Bitácora ballenera: No todo está perdido

01 de Octubre de 2017

“A pesar de la contaminación de los mares y la cacería de mamíferos marinos, aún existen, y están dispuestas a compartir una travesía con nosotros”.

Me encanta la temporada de garúa en Galápagos. El 2016 me hizo falta. Se pasó muy rápido y las temperaturas nunca bajaron lo suficiente. Los avistamientos de mamíferos marinos fueron escasos o nulos. Pero julio y agosto de 2017 han sido meses maravillosos. La temperatura del océano, en el oeste, ha fluctuado entre 16 y 19 grados centígrados, y en las islas centrales entre 18 y 20. Así me gusta el mar, frío y lleno de nutrientes. Así es como le encanta a las ballenas.

Julio 3, vimos delfines nariz de botella, una centena en Punta Cormorant, isla Floreana.

Julio 10, tuvimos un avistamiento especial, un cetáceo que a mi parecer era ballena de aleta, aunque nunca logré obtener fotografías ni confirmación de parte de los guías naturalistas.

El primer indicio es que la criatura era de tamaño colosal, 19 metros, aproximadamente, cuando las ballenas tropicales (la otra especie posible, regularmente avistada en Galápagos) llegan a máximo quince.

Logré distinguir su cabeza puntiaguda y triangular, y entreví el reflejo claro de un lado de su rostro. Porque las ballenas de aleta, las diestras, tienen el costado derecho color blanco. Se alimentan lateralmente, por lo que este matiz es ideal para camuflarse ante presas que se desplazan bajo la superficie del agua.

Después está el comportamiento. Las tropicales son muy evasivas. Aparecen un par de veces, solitaria y erráticamente. La ballena de aleta se mantuvo con nosotros por mucho tiempo, ignorando la presencia del barco. Y por último, jamás noté en la cabeza los tres canales que distinguen a las tropicales.

Definitivamente sostengo que nos topamos con el segundo mamífero marino más grande del planeta entre las islas Isabela y Fernandina. La ballena de aleta ya se ha reportado antes en el archipiélago.

De lo que sí logré obtener fotos fue de las ballenas calderones que vimos en dos ocasiones, tanto el 10 de julio como el 24 de julio en canal Bolívar.

Un grupo de aproximadamente veinte individuos acompañados de juguetones delfines nariz de botella.

Los calderones, que en inglés se conocen como ‘piloto’, eran catalogados por los balleneros como “peces negros”, aunque bien sabemos que no son peces. En esta clasificación entran aquellos mamíferos marinos de piel oscura y cabeza abultada, como orcas, falsas orcas, ballenas con cabeza de melón y los calderones, que hay de dos tipos, el de aleta dorsal corta y el de aleta dorsal larga.

El 31 de julio vimos una ballena jorobada con su ballenato. Nos acompañaron durante una hora, en la navegación de Bahía Gardner a Punta Suárez en la isla Española. No hicieron piruetas, ni saltos. Nos mantuvimos a distancia prudencial para no interferir con su rumbo, y ellas, madre y pequeño, siguieron en lo suyo. A pocos metros un grupo de albatros flotaba en el mar, otra maravilla de la época fría.

En agosto 8 ocurrió un encuentro descomunal con la criatura más grande que haya habitado el planeta, una ballena azul, en canal Bolívar, y en agosto 14 y agosto 28 otra vez jorobadas, dos adultos y un ballenato.

En agosto 21 aparecieron dos ballenas tropicales al amanecer navegando rumbo a Fernandina, y a las ocho de la mañana dos orcas macho.

Ver ballenas es constatar que no todo está perdido, que a pesar de la contaminación de los mares y la cacería de mamíferos marinos, aún existen, y están dispuestas a compartir una travesía con nosotros. (O)

nalutagle@yahoo.com

  Deja tu comentario