Explorador y naturalista: En aguas galapagueñas
“Beebe fue el primero en documentar una inmersión bajo el agua, y justamente en las islas Galápagos. Otros lo habían logrado antes...”.
Los primeros años del siglo XX fueron tiempos de grandes exploradores. Amudsen y Peary sondeando las altas latitudes, Lindbergh viajando a la estratosfera y William Beebe sumergiéndose a vastas profundidades.
Beebe, naturalista, escritor y explorador estadounidense, recorrió los océanos haciendo investigación científica y evidenciando sus descubrimientos con fotografías y videos.
Beebe fue el primero en documentar una inmersión bajo el agua, y justamente en las islas Galápagos. Otros lo habían logrado antes, pero Beebe produjo incluso un filme, inaugurando con esto la historia del buceo y la exploración submarina. Para este incansable, era necesario ver de primera mano, tomar muestras, dibujarlas, inventariarlas.
Beebe hizo una visita a las islas a bordo del Noma, un bote a vapor de ochenta y tres metros de eslora, en 1923.
Desde 1859 con la publicación del origen de las especies, muchos habían recogido organismos de Las Encantadas, pero sus colecciones no llegaban al detalle de Beebe. El Noma estuvo en el archipiélago durante diez días, volvió a Panamá por falta de agua y a conseguir mayor financiamiento, para retornar por otros diez días. En su experiencia como curador del Zoológico del Bronx, y su juventud de naturalista, Beebe analiza el contenido estomacal de las aves y peces que colecta, y registra la diferencia entre los picos de los pinzones. Luego de este primer viaje escribe Galápagos al fin del mundo, publicado en 1924 y que ocupa la lista de los diez libros más vendidos en Nueva York, por muchos meses. Pero fue en su segunda expedición de 1925 que finalmente se sumerge, él mismo, bajo la superficie.
Llegó a bordo del Arcturus, barco de investigación de 2.400 toneladas, diseñado precisamente para el efecto, con líneas de palangre y mecanismos para escarbar el fondo marino y con suficiente estabilidad para servir de laboratorio de disección. Contaba con un gran equipo de científicos, cinematógrafos y artistas.
En Bahía Darwin, isla Genovesa, se arma de escafandra y casco para bajar hasta veinte metros. La construcción cilíndrica de la pieza donde iba la cabeza le impedía girarla, y no podía ver si los peces que pellizcaban sus piernas eran criaturas de pocos centímetros o tal vez tiburones de varios metros.
Este tipo de cascos se usaba para recoger objetos de barcos hundidos en aguas someras.
El cilindro de cobre pesaba 6 libras y el aire llegaba de una bomba manual.
Los veinte metros no eran suficientes; Beebe quería llegar más profundo, y en mayo 27 de 1930, en Bermudas, se sumerge en la batiesfera por primera vez, junto a su inventor Otis Barton. La batiesfera tenía apenas un diámetro interno de 1,4 metros, y en ella descendieron, apretados e inmóviles, a quince metros, luego 244 metros y, para septiembre 22 de 1932, hasta 400 metros.
El submarino más avanzado en ese tiempo no podía sumergirse más de 115 metros y no tenía ventanas. Pero Beebe necesitaba ver y contar. Gloria Bostelmann, artista, dibujaba a las criaturas batipelágicas basada en las descripciones de Beebe que llegaban por la línea de teléfono a la superficie. Muchos hombres de ciencia se manifestaron escépticos ante sus bosquejos, pero Beebe ya había observado especies similares extraídas del fondo marino a través de sus redes.
Beebe no encuentra las palabras para describir las profundidades: “Colores brillantes que no son brillantes”. “Un indefinible azul traslúcido que no es como ninguno que haya visto en el mundo de arriba”.
Beebe publicó veinticuatro libros en sus fructíferas ocho décadas. Galápagos, una vez más, había sido un punto de partida en la vida de otro gran explorador. (O)