¿Ganamos o perdemos?
Hemos construido áreas de alta densidad poblacional cerca de tan solo una vía de acceso, sin tomar en cuenta la necesidad de caminos o vías alternativas. Los usos de suelo en estas áreas han sido primordialmente residenciales.

Arq. M. Carmen
González A.
También hacen apetecible esta migración la comodidad y conveniencia que nos ofrecen estas nuevas áreas. Hoy en día, estas zonas cuentan con colegios, hospitales, comercios y todos los servicios necesarios para subsistir, sin depender de viajes periódicos a Guayaquil.
Inconscientemente, al huir del ruido, el smog y la delincuencia estamos renunciando a experiencias básicas con las que crecimos dentro de nuestra ciudad. Actividades comunes que disfrutábamos caminando, a tomar un helado o a visitar la iglesia local, han dejado de ser espontáneas, convirtiéndose en viajes que nos toman más tiempo y requieren una mayor programación, haciéndonos dependientes del automóvil.
Adicionalmente, el tráfico se ha incrementado. Resulta más de un dolor de cabeza el tiempo que podemos tardar en ir y regresar de nuestros sitios de trabajo. El tiempo de traslado significa levantarse más temprano, disminuyendo comidas y tiempo familiar, para evitar el tráfico pesado de mediodía, y en la noche la hora pico se vuelve insoportable. Y no se diga los costos en gasolina si tenemos automóvil, o los múltiples buses que tenemos que tomar, cuyo servicio es lento y en las noches se vuelve peligroso.
Algunas de estas consecuencias son producto de un crecimiento urbanístico desordenado. Hemos construido áreas de alta densidad poblacional cerca de tan solo una vía de acceso, sin tomar en cuenta la necesidad de caminos o vías alternativas. Los usos de suelo en estas áreas han sido primordialmente residenciales.
Poco a poco hemos ido desarrollando sitios con comercios, colegios y servicios varios para atender la demanda emergente. Sin embargo, nos hemos olvidado de integrar sitios de trabajo, comercios, colegios, áreas verdes con nuestras residencias, y a su vez, ubicarlos a una distancia caminable. Las ciudades deberían ser diseñadas en función a las personas y no pensando en los automóviles.
¿Cuál es el precio que debemos pagar para obtener una mejor calidad de vida? ¿Resulta óptimo el cambiar nuestro estilo de vida para poder dormir tranquilos? Es irónico el pensar que al migrar a la periferia nos hemos alejado del ruido y del peligro, cuando seguimos oyendo de robos y ultrajes, los cuales nos hicieron alejarnos de la ciudad inicialmente.
Definitivamente, el vivir en un complejo cerrado resulta, hoy en día, la mejor opción con respecto a nuestra seguridad. Sin embargo, el precio que hemos pagado por esta tranquilidad ha modificado nuestro diario vivir. ¿No sería mejor que Guayaquil se vuelva una ciudad más segura y así no tener que salir de ella? Hasta que eso ocurra, seguiremos migrando en busca de una mejor calidad de vida. pE.