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Matemáticas divertidas
Están en nuestra vida diaria, pero pueden convertirse en una tortura si no le dedicamos tiempo. Hay que estar dispuesto a aprenderlas y no “satanizarlas”.
LORENA LEÓN
El escritor Hans Magnus Enzensberger dio en el blanco calificando a las matemáticas como “un diablo” en su conocido cuento para niños El diablo de los números.
Es que para muchos esta materia se ha convertido en su peor pesadilla. A Susan Ortiz, estudiante universitaria de 24 años, nunca le pareció entretenida. “Me topaba con cada profesor, uno más amargado que otro. No sé por qué no hacían la materia fácil. Odiaba hacer los deberes, aunque cuando entendía sí me dedicaba a mis tareas; pero rara vez”.
Las estadísticas mundiales señalan que a más del 80% de las personas no les gustan las matemáticas, y cerca del 70% de los adultos cree que no les han servido en el transcurso de sus vidas, salvo cuando han tenido que utilizar las operaciones básicas: sumar, restar, multiplicar y dividir.

El ingeniero de Sistemas Rodolfo Chang, máster en Modelos Educativos y vicerrector académico del centro educativo Naciones Unidas, refiere que el informe Aprendo 2007, que analiza el avance académico nacional de la década que le antecede, nos califica como país en esta materia con un ocho o nueve sobre veinte, y que los resultados de las últimas evaluaciones son igualmente alarmantes.

Chang, quien realizó una investigación sobre este tema, explicó que todo parte de cómo se transmite el conocimiento, es decir, de la forma en que los docentes enseñan la materia.

“A medida que avanzamos en los diferentes niveles de educación se anula el dinamismo al enseñar que, por lo general, muestran las parvularias y se comienza a dar matemáticas de una manera descontextualizada de la vida. Pareciera que dicha materia solo existiera en el salón de clases y que no tuviera ninguna aplicación en el mundo real”, sostiene.

Algunos profesores caen en el error de enseñar tal como a ellos les enseñaron; otros desean que les tengan miedo a ellos o a su materia, para así tener control del curso, muchos no se preocupan por conectar el conocimiento actual con el previo, que es importante dentro de las matemáticas. “Y, finalmente, no siempre logran explicar al estudiante para qué sirve o cómo se aplica lo que se va a enseñar y esto no genera motivación en el salón de clases”, agrega.

Por ello, aconseja que es necesario vincular el proceso de aprendizaje de las matemáticas con la vida real. “Si yo voy a enseñar fracciones, en lugar de decirle al alumnado una definición compleja como: una fracción es una parte del todo…por qué mejor no llevar una torta al salón de clases, partirla y de ahí sacar los conceptos”, explica Chang.
Otro de los consejos es no mandar tantos deberes, como erradamente se hace, porque no es garantía de que el alumno mejore.
Los padres también deben ser partícipes de este proceso, supervisando el estudio “posclase”. El estudiante debe buscar las condiciones adecuadas para realizar sus tareas y estudiar.

Además, en el plano psicológico, es necesario desechar ciertos comentarios que no contribuirán al aprendizaje: “son difíciles”, “de que si yo fui malo (a) en matemáticas, mi hijo también lo será”, “soy tonto, no puedo”. Estos no hacen sino anular la predisposición y generan una sensación de conformidad que no conduce a nada. “La mente debe estar siempre abierta a los retos”, expresa el educador.

Finalmente, hay que tener claro que las matemáticas nacen en la vida real y siempre nos rodearán. Va a implicar cierto esfuerzo aprenderlas, como todo en esta vida; pero no hay que temerles… Ese “diablito” puede ser un angelito si nos lo proponemos.