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En las graduaciones se suele usar uniformes de parada que llevan más piezas que los habituales.

Uniformes, ¿sí o no?
En Ecuador, los planteles educativos obligan a vestir a todos igual. Conozca las ventajas y desventajas.
Carolina Varas acaba de experimentar el cambio ahora que sus hijas de 5 y 11 años comenzaron clases en la capital argentina. En Ecuador estaban obligadas a usar uniforme en las escuelas y eso, dice ella, al final de año significaba un ahorro, porque con la cantidad de blusas, faldas, camisetas y calentadores podían pasar todo el año sin problemas.
En Buenos Aires, en cambio, los centros públicos de educación no emplean uniforme sino que el niño va con la ropa de su elección y sobre ella un mandil blanco o guardapolvo, como le llaman allá. “A la cuenta te sale más caro porque la ropa se gasta mucho, con esa misma ropa hacen educación física”.
Durante años, los centros educativos han implementado el uso de uniforme como una identidad o imagen de su propuesta educativa, indica el psicólogo clínico y coach del Centro Privado de Atención Psicológica (Ceprivap), Wilson Betancourt Zamudio. Eso explica los diferentes modelos de vestuario que tienen los colegios religiosos, militares, laicos, que además va complementado con el escudo de la institución.
“Lo importante es que el alumno se identifique con eso, que tenga un sentido más que con una moda es con la tradición del colegio”, dice él.
El tema ha sido llevado al debate en foros en internet (www.uniformescolegio.es), donde se exponen razones para usarlo o no.
Los argumentos en contra son disímiles y van desde que es difícil comprarlos en determinadas épocas del año hasta que algunos uniformes de colegio presentan problemas de seguridad, por el uso de corbatas, que podrían atascarse durante los juegos de los niños.
Pero también se exponen razones de índole psicológica, como que los uniformes “van en contra de la libertad de expresión de los niños e inhiben su individualidad”.



Los uniformes varían según el colegio.
“Aunque los uniformes escolares no van en contra del pensamiento libre, sí transmiten un mensaje a los niños de que todos son iguales. Esta idea es un buen principio educativo, pero no lo es tanto a la hora de que cada uno de ellos se sienta como un ser único”, se señala en el foro.
La psicóloga educativa Natalia Espinoza Barcia cree que el uniforme no es un influyente en la libertad de expresión porque depende de muchos otros aspectos. “En los centros educativos lo que se busca es que el chico tenga libertad de expresarse o manifestar su punto de vista y el uniforme en este caso vendría a hacer secundario, porque hay métodos para incentivarlo que no pasan por la ropa”, explica ella.
La idea es que el estudiante sea crítico, analista, reflexivo y en ese sentido “el hábito no hace al monje”, opina la especialista.
Al igual que Betancourt cree que el uso de uniformes va más relacionado con el estilo educativo de la institución, unas adoptan jeans, camisetas tipo polo y otras conservan vestidos, faldas, pantalones de tela, camisas a cuadros, trajes de parada, corbata y hasta boinas.
Pero la idea de fondo es la misma: mantener una igualdad y que no haya esta discriminación entre los chicos incluso por la moda.
Por esa razón Michelle Dáger, madre de cuatro hijos, se declara fanática de los uniformes. Cree que a más de que económicamente representan un solo gasto al año, se evitan marcar diferencias económicas entre los chicos. “Si van con su ropa regular sería un desfile de modas para ellos. Me la imagino a mi hija diciendo: ‘Mamá, no tengo qué ponerme’, o nunca faltan los que se le burlan de los que no están bien vestidos”, comenta ella.
Natalia Espinoza dice que entre los chicos es innegable que surjan esos tipos de comentarios y que aun con uniformes ocurre.
Wilson Betancourt agrega que aunque se han debatido sus pros y contras, el tema pasa por una identidad porque es el mismo centro educativo el que elige los colores y modelos y que los alumnos se identifican y se sienten a gusto con esa vestimenta.

“En algunos cursos de último año incluso ellos proponen alguna prenda adicional para un evento especial o para educación física”, cuenta él.
Por eso cree que no tiene nada que ver con un adoctrinamiento.
También cree que está más relacionado con la disciplina y normas de cada establecimiento. De hecho, al tener establecido el tipo de vestimenta, los profesores deben andar menos detrás de los alumnos indicándoles la ropa que está o no permitida, el tipo de indumentaria, su altura y textura.
Lo que sí objeta Marcela Mendoza, madre de familia de tres hijos, es que ciertas instituciones empleen telas no acordes al clima. “A ratos las faldas son muy pesadas y si están en colegios militares, son uniformes de parada que no dan comodidad al niño, más con el sol y la humedad de la Costa”.
Ella, Michelle y Carolina coinciden, en cambio, en que los chicos se sienten a gusto con el uniforme de su colegio y que así sea necesario comprar otra ternada a mediados de año siempre representa un ahorro.